martes, 29 de diciembre de 2009

Yo

Ya tuve que ir obligado a misa,
Ya toque en el piano para Elisa,
Ya aprendí a falsear mi sonrisa,
Ya camine por la cornisa,
Ya cambie de lugar mi cama,
Ya hice comedia,
Ya hice drama,
Fui concreto,
Y me fui por las ramas,
Ya me hice el bueno,
Y tuve mala fama...

Ya fue ético,
Y fui errático,
Ya fui escéptico,
Y fui fanático,
Ya fui abúlico,
Y fui metódico,
Ya fui púdico,
Fui caótico,
Ya leí Arthur Conan Doyle,
Ya me pase de nafta a gas oil,
Ya leí a Breton y a Molière,
Ya dormí en colchón y en sommier,
Ya me cambie el pelo de color,
Ya estuve en contra y estuve a favor,
Lo que me daba placer ahora me da dolor,
Ya estuve al otro lado del mostrador...

Y oigo una voz
Que dice sin razón
Vos siempre cambiando
Ya no cambias más
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé que hacer conmigo

Ya me ahogue en un vaso de agua,
Ya plante café en Nicaragua,
Ya me fui a probar suerte a USA,
Ya jugué a la ruleta rusa,
Ya creí en los marcianos,
Ya fui ovolacto vegetariano, ¡Sano!
Fui quieto y fui gitano,
Ya estuve tranqui,
Y estuve hasta las manos,
Hice el curso de mitología,
Pero de mi los dioses se reían,
Orfebrería la salve raspando,
Y ritmología aquí las estoy aplicando,
Ya probé, ya fumé, ya tomé, ya dejé,
ya firmé, ya viaje, ya pegué, ya sufrí, ya eludí,
Ya huí, ya subí, ya me fui, ya volví, ya fingí, ya mentí,

Y entre tantas falsedades,
Muchas de mis mentiras ya son verdades,
Hice fácil adversidades,
Y me complique en las nimiedades...

Y oigo una voz
Que dice con razón
Vos siempre cambiando
Ya no cambias más
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé que hacer conmigo

¡Adentro!
Ya me hice un lifting,
Me puse un piercing,
Fui a ver al Dream Team,
Y no hubo feeling,
Me tatué al Che en una nalga,
Arriba de mami para que no se salga,
Ya me reí y me importó un bledo,
De cosas y gente que ahora me dan miedo,
Ayune por causas al pedo,
Ya me empache con pollo de spiedo...

Ya fui al psicólogo,
Fui al teólogo,
Fui al astrólogo,
Fui al enólogo,
Ya fui alcohólico,
Y fui lambeta,
Ya fui anónimo,
Y ya hice dieta,
Ya lancé piedras y escupitajos,
Al lugar donde ahora trabajo,
Y mi legajo cuenta a destajo,
Que me porte bien,
Y que arme relajo...

Y oigo una voz
Que dice sin razón
Vos siempre cambiando
Ya no cambias más
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé que hacer conmigo...

Y oigo una voz
Que dice con razón
Vos siempre cambiando
Ya no cambias más
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé que hacer conmigo...


Actualización:

El cuarteto de Nos - Ya no sé qué hacer conmigo

sábado, 26 de diciembre de 2009

Llevo tu corazón conmigo

i carry your heart with me (i carry it in
my heart) i am never without it (anywhere
i go you go, my dear; and whatever is done
by only me is your doing, my darling)
i fear
no fate (for you are my fate, my sweet) i want
no world (for beautiful you are my world, my true)
and it's you are whatever a moon has always meant
and whatever a sun will always sing is you

here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life; which grows
higher than the soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that's keeping the stars apart

i carry your heart (i carry it in my heart)


E.E. Cummings

Llevo tu corazón (lo llevo en mi corazón). Siempre.

martes, 15 de diciembre de 2009

Por qué escribir un diario

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lunes, 7 de diciembre de 2009

Frágil

Es imposible no ver el dolor que te sale por los poros. Decís que es elocuente y lo sacás de primer plano. Que no contás, que no decís. Que lo que se ve desde afuera es que nada te duele, que ya pasó. Que creen que sos capaz de soportar esto que te pasa y algunas cosas más. Quizás sea el momento de poner las cosas en palabras. La elocuencia, a veces, no alcanza, dijo H en sesión.

Ok, digo yo ahora. Todo el tiempo estoy tratando de no entramparme en la autocompasión pero llegué al punto de comprender que sí, que es este momento, que necesito cuidarme, que necesito tener el mismo delicado cuidado que muchas veces tuve con los demás, ahora conmigo. No tengo fuerza para sostener nada. Intento todos los días, con mucho esfuerzo, estar un poco mejor. Intento ser la que era. Todavía no me sale.

Me duele mucho. Todo me duele mucho.
Desde la pavada más chiquita.
Necesito un respiro.
Por favor, tengan cuidado.
Estoy pegada con cinta adhesiva.


domingo, 6 de diciembre de 2009

Cosas que pasan

Perder un amigo.
Hacer la pregunta que no debe hacerse.
El silencio de la casa.
Una idiotez que lo estropea todo.
El insomnio.
El dolor.
Que te dejen de hablar.
No hacerse entender.
Disimular.
Que te digan "pensá en vos".
Llorar.
Buscar algún consuelo.
No encontrarlo.
Intentar salir.
Encerrarse.
Callarse.
Intentar.
No poder.
No poder más.
Volver a llorar. Por una pavada, por dos, por tres.
Esperar que te hagan el aguante en donde no quieren/pueden hacértelo.
Dejar de ser.
Volverse otra cosa.
Dejarse llevar.
Desaparecer.
Vivir, porque no hay más remedio.

Hay que llorar, sufrir, desangrarse, morirse y, si hay suerte, volver a nacer.
Cuando no te pasa nada, todo el mundo te pregunta qué te pasa.
Cuando te pasa algo, ya ves.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Desasosiego

Estos días releí algunas cosas que había escrito acá antes, cuando creía, erróneamente, que sufría.
Me leo estúpida: sin dormir, sin comer, con esa angustia existencial pavota, de adolescente con resfrío en el alma. Qué gansa. Sufrir es otra cosa.
Sufrir es levantarse sabiendo que nada de lo que uno haga puede cambiar lo que pasa. Vivir con eso. Resignarse. Tener que aceptar que lo que pasa es así. Que no hay nada ni nadie que lo pueda cambiar, ni por mucha voluntad, esfuerzo, conjuros mágicos, oraciones y santitos.
Sufrir es tener que ir cada domingo al cementerio. Llevar flores. Mirar la placa. Reconocer todas las cosas que no van a pasar ni ahora, ni nunca. Extrañar. Extrañar sin tener la posibilidad de tomarse un colectivo, un tren, un avión. Sin que haya teléfono, ni mail, ni carta certificada.
Es llorar a escondidas y para adentro. Sin que nadie vea las lágrimas. Llegar a los lugares como si a uno no le hubiese pasado nada. Irse de los lugares sabiendo que dirán "se la ve bien" o "que mal que está" o "pobre". Irse con todo lo otro y con eso también.
Es dejar de contar cosas. Guardarlas. No confiarse con nadie porque ya no queda qué confiar. Perder la fé y perderse. No poder rezar, ni dormir, ni descansar.
Es llenarse de ruido de la tele, de la calle, del chat para no recordar, una y otra vez, cada una de las 27 semanas de panza, los 163 días de sanatorio, los casi 4 meses que van hasta ahora.
Y no saber qué hacer con casi nada.
Y mientras se sufre, así, de manera animal, instintiva, seguir viviendo.
Tener que comprar Coca porque se terminó. Evitar una discusión boluda, pasar por alto alguna provocación o varias, bañarse, vestirse, salir. Vivir con todo lo chiquito y molesto que trae aparejado.
Repartir la poca alegría que queda. Hacer feliz a alguien, aunque sea un ratito, aunque sea olvidable.
Y no mucho más. Tratar de dormir. Ir al médico. Cuidarse, sin saber muy bien para qué. Estar. Seguir estando.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Defecto

Uno de mis grandes defectos es el de ser lo suficientemente jetona como para ponerle el cuerpo a lo que digo. Si bien, en este tiempo, no me quedan ganas ni de pelearme con nadie, tengo esta maldita puta costumbre de poner en palabras lo que me pasa, lo que pienso y lo que opino respecto a lo que sea, si me preguntan. Porque siempre hay alguien que pregunta. Esa trampa mortal que es alguien con supuesta buena intención preguntando sobre las cosas para, después, usarlas en propio beneficio. Me hago cargo: siempre respondo. Si me preguntan, respondo. Nunca le escapo al bulto. Y respondo lo que me parece. Sea bueno o malo. Soy así y no tengo demasiadas intenciones de cambiarlo.
Eso genera, como cualquier acción, multiples y variadas reacciones que van desde el "mejor no me enfrento a esta porque es capaz de decir lo que le viene a la boca" a los putísimos tiros por elevación, dichos delante mío (o detrás, y esos son los que más me molestan) con una fingida inocencia.
Hay algo cierto, los tibios no me van. Será que yo no soy tibia. Será que yo siempre tomo partido. Será que nunca me gustó que me dijeran lo que tengo que pensar o decir. Será que fui educada de esta forma -mal o bien- y puede gustar o no, pero, no hay caso, es mi forma.
A qué viene todo esto. No importa a lo que viene. O sí. Viene a que, contrario a lo que se puede pensar por ahí, no soy de las personas que le llenan la cabeza a nadie. Escucho, aconsejo -siempre desde lo que pienso que es para mejor del que me habla-, tomo partido. Y lo digo. Siempre.
No me escudo nunca en una falsa ingenuidad. No me hago la boluda, ni la nena, ni la dama en peligro. Al contrario: me la banco. Y no tengo el switch para cambiar de idea, demasiado sensible.
Tampoco soy boluda. Yo veo. Oigo. Leo. Me doy cuenta. Desgraciadamente, me doy cuenta de todo, casi siempre. Aún a pesar mío.
Y no me hace falta andar recolectando información de distintas fuentes. No me interesa el chusmerío grosso, el de andar diciendo "ah, porque una vez, sabés lo que dijo de vos", no. No meto fichas. A lo mejor, peco de sincera. A lo mejor, digo: "Ojo, che. Cuidado. Cuidate". Me arrepiento un poco de decir esa clase de cosas.
Todas las veces que alguien me ha contado algo, he escuchado con atención. He leído los más variados episodios. Desde llantos y escenas de celos hasta grandes problemas de inseguridad e intolerancia de género (jé, cuándo no.). Y cada vez que me han tenido de oreja, han contado con toda mi atención y sensibilidad (que será jodida, que será demasiado fina, pero que es inmensa).
Por supuesto que me fastidio, soy un ser humano, después de todo y aunque no parezca. Por supuesto que me agarro broncas de días y días que no se me pasan. Por supuesto que hay cosas que me duelen.
Pero a esta altura del partido, después de todo lo que pasó y pasa... ¿tiene alguna importancia?
En realidad, nada importa demasiado.
Como sabemos bien acá: una vez que la idea sobre alguien empieza a correr de boca en boca, es muy díficil hacerla cambiar. No importa lo que hayas hecho o lo que no hayas hecho. La gente es boluda. Eso lo sabemos todos. La gente (vos, vos, yo, vos) se deja llevar por prejuicios. Así funciona el mundo.
Lo único bueno es que es un ciclo y eso reparte parejo para todos lados. Hoy me toca a mí pero mañana, estate seguro/a, te toca a vos.
Hay que hacerse cargo de lo que uno dice, creo. No creo. Estoy segura.
Y hay que actuar en consecuencia con lo que uno anda desparramando por ahí. Habrá más de uno que pueda dar fé de mis decisiones cuando se me llenó el saco. No tengo vuelta atrás. Como dije más de una vez en este blog, el "a mí no me hizo nada", no me va, nunca me fue, nunca me va a ir. Yo distingo claramente, por lo menos para mi escala de valores, qué cosas están bien y qué cosas están mal. Qué puedo aceptar dentro de los límites de la tolerancia y qué no.
Pero repito: cada vez que alguien ha venido con una pena, con un problema, he sido transparente al respecto. Y eso que, salvo contadas excepciones entre las que se cuentan sólo gente queridísima por mí, no soy de las que hacen interrogatorios. No soy comedida, ni indiscreta.

Hay que evitar andar desparramando boludeces sobre la gente. Hay que tener mucho cuidado. Hay que hablar sabiendo y si no sabés, no andar hurgando para enterarte. Porque todo se sabe. Es así. Hasta el que no quiere, se entera de todo lo que se dice sobre él. Más tarde o más temprano, todo se sabe. Y llorar, después, no sirve para nada. Pedir disculpas, tampoco.
En este momento, estoy haciendo grandes esfuerzos por dominar este defecto tan choto que tengo. Y sin embargo... sin embargo, siempre hay alguien dándose el lujo de ponerse en paladín de la moral y las buenas costumbres, acusando con el dedo. Haciéndose cruces por lo que digo, opino y comento, CUANDO ME PREGUNTAN, porque tengo el descaro de hacerlo en público, en lugar de hacerlo escondiéndome detrás de una ventana de mensajero o por mail o hablando por teléfono.
Y entonces, lo de siempre. A mí se me llena la cabeza de preguntas: quién sos, a quién le ganaste, cuándo te las aprendiste todas, sos capaz de ponerte en el lugar de otro, te das cuenta de que lo mismo que enjuiciás en los demás es lo que llevás a cabo. Todas preguntas. Preguntas que, en primera instancia, me hago a mí. Y después, oh, maravilla maravillosa, a los demás. Preguntas sin respuestas. Porque esas cosas no se dicen. No está bien visto.
A mí, casi nada de lo humano me es ajeno. Como dice un amigo mío soy negra, puta, lesbiana, judía, coreana, china, indocumentada, loca, histérica, mal hablada, mal llevada, jodida. Me caben todas las peores generales de la ley.
Lo único que no soy es falsa. No soy forra. No disimulo.
Es un defecto.
Qué se le va a hacer.
Es lo que hay.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Preguntas

Miércoles 11 de noviembre
Empezamos tianatación con la preciosura.
Cuando terminó la hora de patadas y zambullidas, fuimos al vestuario a cambiarnos.
La preciosura habla todo el tiempo, no para de hablar.
Después de vestirla, me tocó el turno a mí de sacarme la malla mojada.
Ella se quedó parada, esperando que yo me vistiera.
En un momento, me espió por la cortina del cubículo que funciona como ducha y vestidor.
-¿Puli no está más en tu panza?
-No-, le respondo.-Puli no está más en la panza. Vos sabés dónde está.
-Sí. En el sanatorio.
-No. No está en el sanatorio. Vos sabés dónde está.
-¿Dónde está?
-En el cielo.
-¿Por qué?
-Porque está con Dios.
-¿Por qué está con Dios?
-Por favor, Sofi, ¿me sostenés las ojotas?

No tengo respuesta para esa pregunta.

Ella dejó de preguntar.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Neurosis de destino

Y a mí me cuesta cada día más pensar que las cosas no están escritas.
Mis esfuerzos, mis pilas nunca sirvieron para más que para darme grandes desilusiones.
Aunque ponga lo mejor de mí, las cosas nunca son como yo necesito que sean.
Y me siento encerrada.
Y triste.
Hago lo mejor que puedo hacer, aún en esta circunstancia horrible. Sin embargo, las cosas siguen doliéndome.
Y pensar que desde que tengo uso de razón, lo único que estuve buscando es ser tremendamente feliz.
¿Qué tendré, doctora, qué tendré que sólo consigo unos ratos muy fugaces de felicidad?
¿Qué es lo que tengo que hacer?
¿Aceptar? Lo estoy aceptando casi todo. Hasta lo que creí que nunca aceptaría, lo acepto casi docilmente.
¿Resignarme? ¿Se puede vivir así? ¿Puede uno resignarse a todo? ¿Es posible que alguien sobreviva con resignación?
Hago lo que puedo. A veces, un poco más. Trato de ser optimista, de estar lo mejor posible. De dar alegría a los demás, aún cuando estoy mirando con cariño la ventana.
Y sin embargo, no sirve.
Y hay días como hoy, en donde me siento para la mierda, en donde creo que hay que entregarse al destino. Aunque me digan que las cosas se pueden cambiar, no es cierto. Nada cambia. Nadie cambia, nunca.
Y uno se tiene que quedar con las cosas como son.
Aunque esas cosas le hagan un agujero en el cuerpo.
Las personas como yo, tan arremetedoras, tan peleadoras, tan cocoritas, deberíamos venir con un cartel que dijera: Favor de tener cuidado.
Eso. Es un mal domingo. Fue una mala semana. Lo disimulé mucho. Lo disimulé hasta hoy. Hoy no lo puedo disimular.
Estoy desesperadamente triste.
Y no puedo hacer nada al respecto. No sé qué hacer al respecto.
Me desespero.
Qué cagada.

domingo, 11 de octubre de 2009

Encontrando

Revolviendo en la net, me reencontré con el primer diariosdaneses

También encontré, en un cuaderno, el principio de un cuento, quizás, o todo el cuento que se me ocurrió hace más o menos un año y medio atrás.

La educación sentimental de Elena

Se iban a encontrar en una esquina cualquiera de Buenos Aires, por primera vez. Se habían visto antes, en una fiesta.
Ella iba nerviosa al encuentro. Había tomado un taxi y antes de bajar, había respirado profundo unas cuantas veces, como para tomar coraje.
El estaba en la esquina, la esperaba. Cuando la vio cruzar, se le encendió la sonrisa. Cuando ella terminó de cruzar la calle, él la recibió con un abrazo raro: un abrazo dado con todo el cuerpo pero también con el corazón. Y así empezó todo. Dos desconocidos abrazados como si hiciese mucho tiempo que no se abrazaban.
Caminaron hasta el hotel. Naturalmente, se dieron la mano al caminar y así fueron, parando en un lugar u otro para darse un beso. No les hizo falta café, ni charla, ni ponerse de acuerdo. Todo se les dió tan naturalmente que parecía que se habían conocido desde siempre.
Por fin, dentro de la habitación del hotel, se sentaron un rato en el sillón, como para conversar. No pudieron. Fueron besos y más besos. Y esos besos también parecían conocidos, no había que acomodar la lengua ni hacer piruetas con la cabeza, eran besos que habían estado siempre, besos cómodos. Ella lo supo enseguida. Ella supo que lo que pasaba no era normal. Entonces, se sentó enfrentada sobre él y le dijo: "Qué tal, soy Elena, la tímida, como estás"y siguió besándolo . El se rió y ella descubrió su risa y le gustó hacerlo reir. Empezaron a desvestirse y lo hicieron cariñosamente, despacio y con amabilidad. Cuando fueron a la cama, el se encargó de hacerla sentir adorada. Elena no conocía esa sensación. Cada caricia, cada roce, la conmocionaba. Pensaba: "Esto lo hice muchas veces y nunca fue así" y se dejaba seguir acariciando.
De repente, él le preguntó: "¿estás lista para que te haga el amor con el corazón en la mano?" y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, porque ya no tenía recuerdo de cuándo había sido la última vez que se había acostado en una cama llena de sentimientos. Era tanta la sorpresa que la frase "hacer el amor" no le había sonado cursi. Le pareció que un hombre como él, no podía decir otra cosa.
Y en la cama, sucedió lo mismo que con los besos. Parecía que todo había pasado alguna otra vez, no había grandes directivas, los cuerpos se unían perfectamente, como las bocas. Y Elena pensaba: Esto es raro. Muy raro. Está buenísimo.
Cuando les tocó descansar, Elena hizo las preguntas de rigor: ¿pensabas que iba a ser así? ¿Creías que ibamos a tener tanta onda, tan pronto? Y él contestaba despacio, que sí, que no. Y sonreía. Y Elena pensaba que, a lo mejor, lo había hecho feliz. Por lo menos, un poco. Él parecía un tipo feliz, aquella noche.
Antes de irse, se bañaron separados.
Elena se quedó en la cama y lo miró bañarse. Le gustó verlo. Observó cómo se enjabonaba las piernas, los brazos, el pecho. Lo escuchó cantar bajo la ducha. Y después, con detenimiento, lo miró secarse y vestirse. Y le pareció el hombre más hermoso del mundo. Y el más adorable. Y supo, ahí nomás, cuando todavía no había pasado casi nada, que iba a enamorarse pero trató de minimizarlo. "Serán dos o tres veces más y chau"
Salieron del hotel, de la mano. Ella prefirió tomar un taxi que la llevara hasta su casa. Prefirió irse sola. Se sentía la chica más hermosa del mundo, por primera vez en su vida. Y se sintió adorada como nunca antes. Ella le preguntó "hablamos?" El le contestó: Por supuesto.
Después de ese primer encuentro, hubo muchos otros. Elena aprendió con ese hombre a querer con todo el cuerpo. Y con el corazón. Y con el alma.
Porque Elena, ante ese hombre, no tenía que ser nada más que ella.
Por eso, cada vez que él entraba a la ducha, después de haberle entregado el corazón y el cuerpo, Elena se lo quedaba mirando, y mirarlo le daba toda la paz del mundo.
Porque en algún momento en el que no pensaba, el corazón se le había incendiado. Y era amor. Un amor de los buenos, de los cálidos, de los suaves.
Un amor como el que Elena había buscado muchísimo tiempo, en otros cuerpos, en otras camas.
Al final, lo encontró. Ella, todavía hoy, le dice "mi hermoso", lo taladra a llamados teléfonicos y cuando se ven, a él se le enciende la sonrisa y a ella se le incendia el corazón.
Pero, algunas noches, cuando Elena está sola, se pregunta qué hubiese pasado con ella, si no hubiese ido a la esquina aquella, para encontrarse con él.
"Me hubiese perdido lo mejor que me pasó en la vida", se contesta.
Y se duerme pensando en la sonrisa que le incendia el corazón.

viernes, 2 de octubre de 2009

La gente y yo

Parece que hay gente que espera que yo me tire en la cama a llorar hasta morirme. Digo, parece que creen que es la forma adecuada de demostrar mi dolor, mi tristeza infinita.
En otro tiempo, por cuestiones mucho menores a la que me toca vivir hoy, lo hice. Dejé de dormir, dejé de comer, me la pasé en la cama. Ahora no me sale.
Me levanto, me visto, salgo a la calle, me muevo, veo a mi familia, veo a mis amigos, hago el esfuerzo de ir a una reunión. Intento hacerlo todo con la mejor cara que puedo poner. Y es un esfuerzo, que nadie me pide, claro, pero que hago un poco por mí y otro poco por los demás.
Detesto que me tengan lástima. Asi que, cuando estoy entre gente (entiendase por gente a un grupo de personas más o menos conocidas y que no todas me caen bien) de dibujarla un poco, de que pase desapercibido que estoy sufriendo -porque no se puede hacer otra cosa, en este momento- 24x7.
A lo mejor por eso, la gente cree que ya superé lo peor que me pasó en la vida. O que no me importa. O que ya no me acuerdo.
Pero no, yo me acuerdo de todo: de los médicos desviando la mirada, de la frase "no sé qué decirles" "está muy grave", la forma en que la sostuve en mis brazos cuando ya no había nada que hacer.
Recuerdo día a día, la ropa que lavé, las mamaderas que esterilicé, las fotos que saqué, las oraciones que recé. Recuerdo, desgraciadamente, para mi, hasta el detalle más chiquito e insignificante. Y lo recuerdo todo el día, todos los días.
Pero claro, el mundo sigue. La vida sigue. La gente sigue.
Hay gente que supone que a mí no me pasa nada. Que tendré otro hijo, que se me pasará. Que podré borrar a Paulina de mi vida, así como así.
Como nadie sabe lo que es pasar por esto, lo minimizan. Hay hasta quién se ofende por alguna pelotudez que se inventó solo.
Y entonces, está el amigo querido con el que cuesta un huevo hablar. El boludeo virtual para dejar de pensar que se vuelve un ring por alguna idiotez de celos. Los llamados que se prometen pero que no se hacen. Porque, total, se me ve bien. Camino, hablo, a veces hasta me río.
Lo que nadie sabe es que hace dos meses, me quiero morir todo el día, todos los días. Que intento ponerle onda más por los demás que por mí. Que esto es tener un tiro en el pecho. Y que al final, la que tiene que entender a los demás, soy yo.
Pero resulta que estoy un poco cansada y que no soy, como erradamente piensa todo el mundo, una mina fuerte. Al contrario, soy una mina golpeada. Demasiado, a lo mejor, pero que no hace alarde de eso.
Lo que digo es: yo me valgo por mi misma para casi todas las cosas, inclusive sufrir. No pido que me consuelen, ni que me acaricien la cabeza.
Lo único que pido es que no me hagan las cosas más difíciles. Me cuesta mucho estar alrededor de la gente, saltando como bambi para que se enteren que, por no estar tirada en la cama, estoy por ahí.
Y entonces pienso, siempre lo pienso, que el que no tenga ganas de estar cerca, se aleje. Estoy haciendo lo que puedo y me cuesta un triunfo hacerlo. Sería bueno que alguien lo valore.
Es esto. Estoy cansada y a punto de tirar la toalla. No es una amenaza. Es un aviso. El que lo sepa comprender, si le importa, que haga algo. Y si le resulta indiferente es el momento de rajar por la derecha.
Y para todos aquellos que todavía crean que hay alguna lucha por ganarme, ni se esfuercen. Ya ganaron. No tengo nada por lo que pelear.
Por eso, el que se quiera ir, la puerta está abierta. No esperen que sea yo la que los convenza de por qué se tienen que quedar cerca. Nunca hice esas cosas, se me comprenderá que no lo haga ahora.
Esto es lo único que puedo ofrecer ahora.
No me lo hagan más difícil.
Pero, por favor, por favor, cuando pase algún tiempo, no me pregunten a mí porque dejamos de hablarnos o de vernos o de conversar virtualmente. Por lo menos, haganme ese favor.

Gracias.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Nada

Quisiera escribir un montón de cosas. Quisiera escribir todo lo que pienso, lo que siento, lo que quiero decir y no digo. Quisiera dormir hasta la próxima vida o algo así.
Quisiera poder conversar, hacer chistes, ser ingeniosa, encantadora, atrapante, divertida. Por lo menos, entretenida. Aunque sea un rato.
Pero soy nada. Y todo lo que tengo para escribir es tan mío y tan de ella que no puedo compartirlo. Con nadie.
Así que esto: Nada.
La nada misma.
Todo es nada.
Y esta sensación de "nopuedeser" que no se pasa.
Y los diálogos que ya no puedo empezar.
Y las preguntas que tendría que hacer.
Y los días que no pasan y que nunca van a pasar.
Y toda la vida que había por delante que ya nunca va a existir.
Y hacer de cuenta que me levanto, que nunca voy a hacer escándalos, que no me va a agarrar una crisis de llanto, que no voy a gritar, que no me desespero, que sigo, que tengo fuerza, entereza o lo que putas fuera.
Y que ya no lloro todos los días aunque llore todos los días sin que nadie lo sepa.
Y perder la fé. Y no poder creer.
Y vacío.
Eso. Nada.

martes, 15 de septiembre de 2009

Todos los días

Cuando me despierto.
Cuando me levanto.
Cuando me visto.
Cuando salgo.
Cuando hablo.
Cuando pienso.
Cuando canto.
Cuando bailo.
Cada minuto.
Cada hora.
Cada día.
Cada vez que te extraño (siempre)
Cada vez que te recuerdo (siempre)
Cada vez que voy a visitarte.
Te lloro.
Como nunca lloré a nadie.
Y es un llanto mudo, a veces.
Y otras veces, es desesperado.
Y a veces, quiero gritar hasta quedarme sin voz.
Y otras veces, es todo el amor que te tengo.
Y la mayoría del tiempo es pensar y sentir cómo voy a hacer para vivir lo que me queda, sin verte crecer.
Por eso te lloro.
Todo el tiempo.
Cuando nadie me ve y cuando no puedo esconderme.
Te lloro y te extraño como nunca extrañé a nadie.

Y voy a tener que aprender a vivir con esto, maldita sea.

miércoles, 1 de julio de 2009

Caro Michele/40

A mí me gustaría, a veces, venir acá a contarte que la vida es un cago de risa. De verdad. De corazón. A mí me gustaría venir a decirte que todo brilla y que estoy rodeada de globos con forma de corazón inflados con helio y que canto y me río, día y noche.
A mí me gustaría decirte, por ejemplo, que hace frío pero no importa porque hay sol, que tengo mucha paciencia, que me olvidé de la angustia, que duermo como un angelito todas las noches.
También me gustaría que supieras que nunca siento un cimbronazo en el estómago, que me duele la cara de tener los músculos tan relajados.
Me gustaría contarte otras cosas, cosas que no son las de siempre. Me gustaría decirte que te voy a dejar de escribir, que voy a dejar todo, que voy a desaparecer de todos lados, porque soy tan tan feliz que no tengo tiempo para dedicarle a esto, Miguel. Así como suena de egoísta. Supongo que creo que la felicidad es difícil de compartir. Supongo que pienso que en lo único en lo que todos nos parecemos, ahí donde nos podemos hacer compañía, es en el dolor. Supongo que el sufrimiento se entiende mucho mejor. Te diste cuenta que un chiste, por ejemplo, no le causa gracia a todo el mundo?
No te puedo contar cosas distintas de las que te cuento siempre y, por eso, esta vez, sólo por esta vez, no te voy a contar nada.
Te voy a contar que Paulina tiene una sonrisa preciosa y unos ojos que no te cuento. Y que tiene mucha fuerza. Que le gustan los besos en la frente, en la cabeza y en el cuello. Que cuando la tengo a upa parece que me hablara con los ojos y me contara todo lo que le pasó mientras no estuve.
Que, a veces, yo le hago un "ah!" de sorpresa, levantando las cejas y ella, quién sabe, pareciera que lo copia.
Que se queda dormida cuando le canto y que no le cuesta mucho tranquilizarse cuando está a upa.
Te cuento que hay días mejores y peores. Hay mediodías más hermosos o menos. Que los días pasan muy lentos y muy rápidos y que nada es como era antes, con todo lo que eso puede implicar. Rezamos mucho. Casi tanto como podemos rezar. Y ponemos buena cara delante de la incubadora porque lo nuestro no es nada, en comparación con lo que pasa Paulina, día a día.
Que todos los días aprendo a esperar. En este momento, estoy haciendo un master en esperas. Y que desespero más a menudo que antes, pero en silencio. Nadie se entera. No dejo que nadie vea mi desesperación, hasta ahora, que vengo acá y te traigo todo, porque ya no sé dónde ponerlo y me dan ganas de gritar, de llorar a los gritos, de salir corriendo, de despertarme, de esconderme. De esconderme tan bien, como esa vez que me escondí abajo de la campera de mi papá y me quedé dormida y sólo me encontraron cuando mi papá se fue a poner la campera para irse a trabajar.
Pero no me escondo. Nunca me escondo. Salgo, camino, hablo, miro, lloro a escondidas o para adentro, intento hacerme la graciosa, paso por alto cosas, no discuto, no peleo, no pongo en evidencia a quien me quiere tomar el pelo, no desconfío.
Vivo, sobrevivo. Supervivo. Porque vivir también es todo esto. Y porque me queda la esperanza de que todo va a pasar. Todo va a ser mejor. Todo se va a arreglar. Todo va a salir bien.
Y cuando todo eso pase, voy a venir acá y te voy a contar que la vida es muy luminosa y que estoy rodeada por globos en forma de corazón inflados con helio, mientras canto canciones felices y bailo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Lo que se dice

cuando uno está todo el día en el servicio de Neonatología

  • "Puta, llego tarde."
  • "Que esté todo bien, que esté todo bien, que esté todo bien. Dios mío, que esté todo bien."
  • "Hola, mi amor. Hola, hermosa. Hola, hija"
  • "¿Hizo caca? ¿Cuánto pesa? ¿Por qué tiene esa vía? ¿Está todo bien? ¿La puedo tener a upa?
  • "Estaba la reina batata, sentada en su plato de plata.", etc.
  • "No, no. No te arranques el respirador."
  • "Linda, te quiero mucho." "Mirenme, soy feliz entre las hojas que cantan", etc.
  • Monólogo interior: "Setenta y seis días. Setenta y seis noches. Estoy cansada" Voz alta: "Qué linda que sos. Te quiero, Paulina."
  • "Me estás mirando! Y te reís!"
  • "En un ratito, llega papá. Viene papá, viva!"
  • "Llegó Papá! Bieeeeeeeeen!"
  • "Querés tenerla un ratito?"
  • Monólogo interior: "tengo hambre." Voz alta: "de qué te reís, preciosura?"
  • "Te acompaño hasta el trabajo"
  • Monólogo interior: "Camino por Corrientes, miro lo que hay en Once. Doblo por Larrea hasta Córdoba; camino una cuadra por Córdoba y me vuelvo al sanatorio"
  • Monólogo interior: "Estoy cansada. No me tendría que haber ido. Me tengo que sacar leche. Que esté todo bien, que esté todo bien, que esté todo bien. Dios mío, que esté todo bien"
  • "Y tu bebé, cómo está?" "Me alegro" "A qué hora nos dejan pasar?"
  • "El sacaleche me tiene podrida. ¿Cuándo se va a terminar esto?"
  • "Hola, Pauli, cómo te portaste?"
  • "¿Hizo caca? ¿Está todo bien? ¿La puedo tener a upa?
  • Popurrí de canciones.
  • Monólogo interior: "tengo sueño, tengo sueño. Mucho sueño. Me tiraría al piso a dormir. Tengo mucho sueño. No me puedo dormir. Y si se me cae la nena? Concha de la puta lora."
  • "Me voy a tomar un café y vuelvo."
  • "Un café en jarrito, sin cortar"
  • "Volví. ¿La sacamos?"
  • "Te duele la panza? No llores, Paulina. ¿Estás incómoda? Cuando estemos en casa vamos a (lista desplegable de probables actividades); no llores. Ya está, mi amor. Ya pasó.
  • Monólogo interior: "Se acabó el rollo de cocina, el papel higienico, la coca, el detergente. Hay que ir al supermercado. O pasar por el chino. ¿Qué vamos a comer, hoy?"
  • Tarareo en m de The Scientist.
  • "Había una vez un bru, un brujito que en Gulubú", etc.
  • "Había una vez una vaca, en la Quebrada de Humahuaca", etc.
  • "Te hiciste caca?"
  • Monólogo interior: "Casi un día menos. Casi otro día vencido. Fuerza, hijita. Vamos que falta menos."
  • "En un ratito viene papá. Sí, en un ratito, viene papá de trabajar"
  • "Te dormiste".
  • Silencio. Monologo interior: "Quiero dormir un año completo. No sé cómo voy a hacer mañana para hacer esto otra vez. Tengo que llamar a mis amigas. Tengo que llamar a mi mamá. Tengo que llamar al trabajo. Tengo que presentar la carta pidiendo la licencia. Tengo que, tengo que, tengo que."
  • "Qué te pasa? Te duele la panza? Tenés frío? Tenés calor? Tenés sueño? Por qué llorás? Cuándo vas a llorar a los gritos, así puedo saber qué te pasa? Por qué los bebés no nacen sabiendo hablar?
  • "El ciempiés es un bicho muy raro", etc.
  • "Ya viene Papá. Dale, Pauli. Ya viene."
  • "Llegó Papá! Bieeeeeeeeeen! Viva!"
  • "Marina, le pasamos la nena al papá?"
  • Monólogo interior: "Cuándo vamos a estar en casa? Cuánto más falta? Cuántos días, cuántas noches, cuántas horas? Por qué siempre hay que esperar tanto para todo? Por qué tuvimos que pasar por esto? Por qué tenemos que pasar por esto? Por qué siempre todo cuesta tanto sacrificio? Cuándo empieza la vida real? Cuándo me voy a olvidar del sanatorio? Cuando me voy a dejar de sentir asustada, llorosa, cansada, triste, preocupada? Cuándo?"
  • Monólogo interior escondido detrás de una sonrisa: "Estoy muy cansada pero no me puedo quejar. Si yo estoy cansada, Paulina está más cansada que yo. Buena cara. No llorar. No llorar nunca delante de la incubadora, ni de la nena. Tengo que lavar la ropa. Hay jabón? Hay que planchar la ropa. Tengo que sacarme leche. La concha del sacaleche."
  • "Todo bien, vos?"
  • "Sí, se portó re bien, hoy." Monólogo interior: "No tengo fuerza ni para hablar."
  • "Sí, vamos." Monólogo interior: Pasará bien la noche? Me extrañará? Le harán upa, si llora? Tendrá miedo cuando se queda sola? Se olvidará para siempre de esto? Y si nos quedamos a dormir acá, en un rincón? No me quiero ir pero no me puedo quedar. Siempre lo mismo: Querer vs. poder. Qué mierda."
  • "Hasta mañana, mi amor. Te quiero mucho." Monólogo interior: "Te extraño mucho. Portate bien. No llores. Mamá te adora más que a su vida. No deja nunca de pensar en vos. Se va pero siempre está con vos. No te sientas sola. Te quiero, hija. Te quiero mucho, mucho, mucho."
  • Monólogo interior: "A seguir la vida en casa. Hoy tampoco voy a poder dormir."



Setenta y seis días. Setenta y seis noches. Todavía falta un poco más.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Postal urbana

Un edificio encajonado frente a una ventana o al revés: una ventana frente a un edificio gris, encajonado y lleno de ventanas que, como ojos, me miran.
Son ventanas viejas, sucias, rotas. Son ojos cansados.
Desde el óxido, esperan una respuesta, una reflexión, una decisión. Esperan algo.
Cortinas de enrollar torcidas; palomas anidando en los huecos en donde supieron estar los equipos de aire acondicionado; cables que cruzan la pared manchada de mugre de ciudad, en líneas raras, como si fueran venas, como si a todos esos ojos, alguna vez, se les hubiese dado por llorar.
El cielo está gris. Se prepara desde hace rato para una tormenta que no llega.
Y las ventanas mirándome, todas ellas, preguntándome una y otra vez:
¿Qué vas a hacer cuando llegue la tormenta?
¿Qué vas a hacer?
Y yo no sé qué responder.

jueves, 7 de mayo de 2009

Caro Michele/39

La vida interrumpida, Miguel querido. La vida en pausa. A veces, me parece que estoy soñando y que me voy a despertar y que todo va a estar como antes. Y aunque, sería muy tranquilizador estar soñando, extrañaría mucho a Paulina.
La vida es Paulina. La vida interrumpida es Paulina en el sanatorio. Es incomprensible. Es como alguien tuyo que no es tuyo. Alguien por quién tenés que pedir permiso para tocar, para cambiarle los pañales, para hacerle upa. Es tan difícil que a veces creo que no me da el cuero. Pero saco fuerzas, no sé de donde, y el cuero me da, un día más, porque esto es día a día.
De las 24 horas, 19 son Paulina. Cuando la veo y cuando no la veo. Cuando la extraño. Cuando la extraño mucho. Cuando pienso en si dormirá o estará despierta. Si le pondrán el chupete cuando llora. Si me extrañará tanto como la extraño yo a ella. Cuando pienso en hasta cuando vamos a vivir así.
Pero no desespero. Espero y espero. En esta vida, siempre me toca esperar.
Cuando la vida no es Paulina, es silencio. Y es cierto que, durante mucho tiempo, yo fui de esas que pensaban que cuando no hay nada que decir, lo mejor es decir nada. Pero en estos meses no me estoy llevando bien con el silencio. Necesito palabras. De aliento, de consuelo, de cariño, que den fuerza, que den ganas, que me ayuden.
Y si bien están todos los de siempre haciendo el aguante, no alcanza. Y no alcanza rezar. Y no alcanza nada. No me llevo bien con la insatisfacción. No me llevo bien con esta dependencia al ruido, a las palabras.
Pero necesito ver vida. En todas partes. Mucha vida para que me ayude a esperar a mi hijita que la pelea todos los días, mucho más y mejor que yo. Qué orgullosa estoy de mi niña, Miguel, no te das una idea.
Y sí, a veces, todo me parece un sueño. Y todo el tiempo, me parece que esta no es la vida real. Que yo no soy la yo de siempre. Y también necesito recuperar eso que era. Lo que era yo, antes de esto. Antes de que Paulina naciera. Recuperarme para ella. Para que cuando ella esté conmigo sepa que no soy esa persona asustada por todo, todo el tiempo.
Que sepa que soy también, esa persona que se repone rápidamente de las cosas, menos cuando no la quieren. Que resiste los embates, menos cuando nota que a nadie le importa su esfuerzo. Que la rema con ganas, sólo cuando alrededor también hay ganas.
Necesito que sepa, que además de ser su mamá, estoy yo. Y que todo eso junto, está para que ella sea muy feliz.
Porque de lo único que puedo darme cuenta, Miguel, es que no hay otra preocupación mas que conseguir la felicidad. Que no importa lo que haya que hacer. Hay que buscar ser feliz como se pueda. Por un rato, por todo un día, por un mes, un año, por toda la vida, si es que el concepto "toda la vida" existe.
Hay que ser feliz como se pueda, pero hay que ser feliz. Más que cualquier otra cosa en el mundo.
Lo único que me voy a llevar de acá, cuando me vaya a verte, es la felicidad.
Y la felicidad no es silenciosa, viste.
Estoy harta del silencio.
Harta de verdad.
Muchos días me siento sola.
Hoy me siento así.
Ya se me va a pasar.
No sabés cómo te extraño. No te das una idea.
No sabés cómo te necesito.
De entre toda mi gente perdida, sos el que más necesito, Miguel.
Quedate cerca.
No puedo con todo sola.
Necesito que me hagas el aguante, esta vez, otra vez.
Seguí cuidando a Paulina cuando no la veo. Abrazala. Y hacele saber cuánto la quiero.
Nos vemos.
En un tiempo.

miércoles, 29 de abril de 2009

Estado del tiempo


Querido diario:

Hoy no sé donde ponerme.

martes, 28 de abril de 2009

Postal after office

El hombre está sentado frente a mí. Yo lo miro a la distancia, no tengo mucho que hacer. Espero un café con leche. Espero que pase la hora. Espero.
Con el hombre, está sentada una mujer. Tiene el pelo lacio, cortado en capas. Es menuda y tiene el torso volcado hacia adelante, como si quisiera traspasar la mesa con su cuerpo.
El la mira embobado. Desde donde estoy, le puedo ver los ojos. La come con los ojos pero le presta atención. Escucha atentamente todo lo que, supongo, ella dice.
De repente, ella le pasa la mano por la cara. El se deja acariciar. Ella le toca la cara, el pelo, las orejas. A una mesa de distancia, se adivina -o ellos dejan adivinar- que se desean mucho.
Casualmente, acá a la vuelta hay un telo, pienso y me decido a mirar una revista porque me da vergüenza fisgonear esa imagen tan intima de dos que no conozco y no conoceré nunca, pero me llaman la atención.
Son la única pareja del bar. El tiene una camisa celeste impecable. Se lo ve prolijo. No lo veo pero intuyo que tiene el pantalón perfectamente planchado. Ella se puso una remera negra que le marca la cintura. Mueve el pelo, se lo acaricia.
Ahora, él le tiene agarrada la mano. Se la pasa por la boca y el gesto no es obsceno. Es un gesto de amor. Habla con la mano de ella en la boca, acariciándole la palma con los labios.
No es un tipo "lindo", pienso. No es un tipo que una, yo, cualquiera, se daría vuelta a mirar y, sin embargo, ella no le saca la vista de encima. No mira los autos, no mira la gente que camina por la vereda, no se asusta con el colectivo que dobla. Sólo lo ve a él y él la ve a ella. Ninguno de los dos me ve a mí, viéndolos.
Y ni por un momento se me ocurre pensar que están casados. Hay algo que denuncia. Hay algo que hace sospechar.
Quizás sea la hora.
Quizás sea el lugar.
Quizás sea que hablan mucho y se prestan atención.
Quizás sea que no están aburridos de verse y que aún no se dijeron todo lo que se tenían que decir.
Quizás sea que se tienen muchas ganas. De lo que sea. Ganas que se notan.
Pago. Tengo que irme. Me espera el sanatorio y la nena y las enfermeras.
Pago y empiezo a pensar en volver a mi destino de los últimos días.
Y entonces, un detalle. Me doy cuenta que los anillos que veo en sus manos no son iguales.

Y me da un poco de pena.

domingo, 19 de abril de 2009

Caro Michele/38

Hay cosas que van más allá de ser "la mamá de Paulina". Sigo siendo yo para muchas cosas, lamentablemente. Más allá de las complicaciones de este momento, en donde una vez más, la tengo que remar como una hija de puta -porque para que va a ser fácil, si yo me la banco y le puedo poner el cuerpo, no?-, siguen habiendo cosas, de esas boludeces de las que cada uno ve en otros y le molestan muchísimo, que me sacan de quicio.
Como siempre, me saca de quicio que me quieran hacer pasar por pelotuda. Porque no lo soy, desgraciadamente. Cuánto más fácil hubiese sido mi vida, si de verdad verdadera, hubiese podido ir por el mundo haciéndome la idiota. Cuánto más fácil me hubiese sido todo, si hubiese inventado y llevado a la realidad, una inocente y cándida mujercita que esconde a una de esas competidoras por todo, insegura de su propia personalidad y eficaces contra otra como la gota que roe la tierra. Debe ser algo karmático: cada dos por tres, alguna de estas se me aparece e intenta hacerse la irónica conmigo. Y yo, ya sabés, no tengo muchos grises. A mí la ironía me la chupa. Yo digo lo que tengo que decir y hago lo que tengo que hacer, sin disfrazarme de nada. A ver cuántos tienen ese valor . Y aunque aprendí a defenderme, no deja de molestarme que me vengan a hablar con el vestidito irónico, los que se pasan de listos y los cagones. Creo que nunca van a dejar de molestarme las malas imitaciones, hay tanta gente boluda en el mundo, que si los boludos volaran no veríamos el sol, Miguel. No te rías.
En estos días de mucho movimiento emocional, siempre viene el mal recuerdo. Las cosas que hice mal no dejan de visitarme. Las cosas que debí evitar. Y me da culpa. Una culpa enorme, negra, que me apreta el pecho al punto que me dan ganas de tirarme por la ventana. Todos los arrepentimientos juntos por haber gastado tanta pólvora en chimangos, en gente que ni por putas cumple con sus promesas. Porque viste como es: siempre me doy cuenta de las cosas. Tarde, pero me doy cuenta.
Y tengo esos días en que quiero olvidarme de todo. Empezar un cuaderno nuevo con los pocos que se quedaron cerca cuando las cosas se pusieron feas. Con los pocos que todavía están, ahora, que los días, por el cansancio y la angustia, son siempre nublados.
Pero claro, yo tengo mi solcito creciendo. No me olvido de eso. Es lo único que importa de verdad. Es lo único que le da sentido a todo. Aunque el resto de las cosas y las personas insistan en creer que yo me las banco todas: las boludeces, las maldades, los comentarios, las competencias al pedo. Como si yo fuera de madera o si no necesitara un rato de paz, de calma y de compañía sin cuchillo abajo del poncho.
Entonces pienso, y lo pienso mucho tiempo con estos antecedentes, cómo voy a hacer para enseñarle a Paulina que sea feliz. Que sepa defenderse pero sin ir a atacar a nadie, como parece que es la onda. Que esté con la gente que quiera estar sin dejar que la lastimen.
Es un mundo de mierda lleno de gente de mierda. La gente que vale la pena es tan poquita, tan poquita que habría que encerrarse en una cueva, sólo con ellos, para que todo esté bien.
Y la vida tendría que ser otra cosa, Miguel mío. La vida tendría que ser meses y meses de alegría compartida y de tener mucha gente en la que apoyarse. Y no me pongo puritana, digo alegría como uno pueda, sin cagar a otro. Sin cagarlo mal. Sin dejarlo de garpe. Sin sacarle el felpudo porque la cosa se puso fea y entonces, ah... entonces, salir rajando para el otro lado, por las dudas de que haya que pensar y darse cuenta qué es lo importante.
Cuando me agarran estas crisis de misantropía, tengo miedo de hacerle mal a Paulina. Tengo miedo a enseñarle que no tiene que encariñarse con nadie, que no tiene que confiar, que primero hay que defenderse, que piense mal que acertará, en fin... tengo miedo de enseñarle a ser una clase de persona que no soy, pero que muchas veces creo sería más beneficioso ser.
En fin, aquí estoy, con todas mis contradicciones. Esperando que venga el olvido y que pasen los días. Y que rápidamente, la próxima etapa de mi vida sea mucho mejor que las anteriores, porque lo que no te mata, te hace más fuerte, no?
Y a mí, todavía, nadie pudo matarme.
Aunque lo hayan intentado.
Sigo siendo yo.
A pesar de todo.
Lamentablemente.

martes, 14 de abril de 2009

Me revienta

Me rompe soberanamente los ovarios que me copien.
Es más fuerte que yo.

Mucho más fuerte.

Motivos: me llevó muchos años construir la personalidad que tengo.

Sería bueno que cada uno/a se consiguiera una y no que la tomara "prestada" de otro/a.

Eso.
Qué rabia.
La puta madre que los recontra parió.

martes, 7 de abril de 2009

Radiografía

Y dice el Facebook que yo soy esta canción de Radiohead.
Si él lo dice...
Aunque FB no sabía que es una de mis canciones favoritas.
Qué maravisha el Facebook. Qué maravisha. Pick you five fav.


Knives Out



I want you to know
He's not coming back
Look into my eyes
I'm not coming back

So knives out
Catch the mouse
Don't look down
Shove it in your mouth

If you'd been a dog
They would've drowned you at birth

Look into my eyes
It's the only way you'll know I'm telling the truth

So knives out
Cook him up
Squash his head
Put him in the pot

I want you to know
He's not coming back
He's bloated and frozen
Still there's no point in letting it go to waste

So knives out
Catch the mouse
Squash his head
Put him in the pot


viernes, 27 de marzo de 2009

Mantra

(Post Bis)

Vete destino, vete destino,
Con las promesas de este amor,
no quieras encontrarte.
Vete, vete, vete
y olvida el cariño
que ya te olvidó
Mi corazón no quiere más que sea
la chica que junta malezas

Vete destino, vete destino,
Brindo con vino por su amor,
no quieran detenernos.
Vete, vete, vete,
y olvida el cariño que ya te olvidó
Este es mi hombre
y contra el mundo vamos ya

Vete destino,
oh vete conmigo
No dudes de mí,
seamos peregrinos.
Vete destino,
no hables en vano
Que el futuro y el amor
nunca van de la mano.

Vete destino,
oh, vete conmigo
Que cuando entiendas que el amor
también es la locura,
aprenderás que siendo dos
el camino es mas fácil,
se borra la amargura.

Voy por la selva entre los cuerpos,
voy hasta el centro del amor
no quieran detenerme.
Esta vez es toda mía consabida
la suerte que atrapa a mis sueños hoy
No quiero ser señalada como
la chica que nunca te besa

Vete destino, vete destino,
Que si supieras que ante mí debes acobardarte
Dejarías la osadía de acercarte para
proponerme un futuro mejor
Mi corazón es de hoy y sola voy

Vete destino,
oh, vete conmigo
No dudes de mí,
seamos peregrinos
Vete destino,
no hables en vano
Que el futuro y el amor
nunca van de la mano

Vete destino,
oh, vete conmigo
Que cuando entiendas que el amor
también es la locura,
aprenderás que siendo dos
el camino es mas fácil
se borra la amargura
Aprenderás que siendo dos
el camino es mas fácil...ahh...

Vete destino,vete destino,
vete destino, oh vete, vete veete,
vete destino, vete destino,
vete destino oh, vete destino,
vete destino, vete destino,
vete destino
oh, vete vete veete!!!!!!!!!!!!!!





Hay días en los que tengo mucho miedo. Mucho.
Por suerte, están las canciones.
Vete destino.

martes, 24 de marzo de 2009

Caro Michele/37

Y resulta que soy, ahora, la mamá de Paulina pero no dejo de ser yo. Allá en el fondo, lo que queda de la que fui, cada tanto se asoma y me pone un sopapo antologico y me trae de vuelta todas las veces que me equivoqué.
A lo mejor porque estoy cansada, a lo mejor porque tengo miedo, a lo mejor porque la única forma de aprender es así: con un sopapo que te devuelva a la vista todas las veces que metiste la pata, Miguel.
A veces, no estoy muy orgullosa de mí. No por lo de ahora, claro. Por lo de antes. Por todo lo de antes. Porque muchas veces, metí la pata a conciencia y ahora, hay que cargar con eso.
En estos días que son muy cortitos y muy largos a la vez, a veces pienso que estoy cerca del mar y que voy a ir a tirar todo eso al agua, para que se vaya, para que todo eso se hunda. Al rato, cuando dejo de pensar en mares y playas, me doy cuenta de que todo lo que el mar se lleva, siempre lo devuelve a la orilla.
Uno es lo que es. No tiene forma de escaparse de eso.
Es un día triste. Pero no porque haya pasado algo malo. Es un día triste y los días tristes me asustan, porque viste como es: uno se acostumbra fácil a la tristeza. Y yo ya no quiero ser una chica triste.
Pero algo apreta adentro. A la altura del pecho. Apreta fuerte y sí, con permiso del doctor, la gota milagrosa hace que no llore, aunque tenga muchas ganas; ni que me dé un atacazo de pánico o alguna de mis gracias.
Hay tanto por hacer y hay tanto por esperar. Por qué me preocupo por lo que ya está hecho, es la mejor pregunta que me puedo hacer.
Vos sabés que pocas veces me falla la intuición. Es como si me picara la nariz y adivino hasta lo que no quiero adivinar. Y también sabés cómo me gustaría equivocarme cuando no me equivoco.
Y hay tanto para hacer y hay tanto por esperar que hay ratos que me parece que me va a explotar el cuerpo. Por suerte, no explota. Y los días pasan muy rápido pero todavía falta mucho.
Y uno quiere ser feliz pero no sabe por donde va a venir la felicidad porque siempre esta remando para salir a flote y... estoy muy cansada y no hay tiempo para descansar, por ahora. Por Paulina, no es momento. Hay que seguir.
Es un día triste. Ya se va a terminar.
Te extraño. Siempre te extraño.

Don't leave me high, don't leave me dry

miércoles, 11 de marzo de 2009

Caro Michele/36

Y nació, nomás. El miércoles 4, de apuro, con el corazón en la boca y el alma en un puño, viste como somos.
Es hermosa. Es chinchuda. Es larga y flaca como su papá y duerme agarrada y con un pie afuera de su nido, como yo. Es muy chiquita. Tiene mucho para crecer. Todavía está en el sanatorio. Está muy bien, va a estar mucho mejor. No tengo dudas.
Y yo.
Y yo estoy acá, haciendome muchas preguntas: que por qué así, que por qué tanto tiempo antes, que unos días más hubiesen venido bien... en fin... tengo la cabeza llena de preguntas. Me sobra el cuerpo en casa. Tengo los brazos llenos de ganas. La boca llena de besos que todavía no pude darle. Tengo la lengua acalambrada de tanto rezar. Y acá vengo, a escribirte a vos, porque sos el único que me falta. Todos los que estamos acá, estamos empujando. No hay ni uno que no esté poniendo la misma garra que ella. Asi que vengo acá a pedirte a vos que me la envuelvas, que me la abraces, que me la cuides, cuando no la veo, cuando no la puedo tocar, cuando duerme. Y miento. No te pido. Te exijo que me la cuides tanto como la cuidaría yo. Mejor que yo. No me la dejes sola. Contale cosas. Desde ahì, donde vos estas, me gusta creer que todo se puede. Decile que la quiero con todo mi corazon, mi cabeza, mi cuerpo, mi alma. Que nunca quise asi a nadie. Que la espero, que quiero verla correr y gritar y que estoy ansiosa por escuchar su primer berrinche, por ver cómo se prende a la teta. Decile que no me voy a dormir sin acariciar su foto y que cada día, desde el miércoles, soy la mamá más orgullosa del mundo.
Contale que cuando la veo, esos ratitos que no alcanzan para nada, le canto canciones y aunque se me nubla la vista, no me permito llorar porque no quiero que vea una mamá triste. Su mamá es la persona más feliz del mundo, cada minuto que la ve.
Pedile a tus amigos, si te hiciste amigos ahí donde estás, que te ayuden. Que la lleven de la mano hasta que pueda venir a casa. Que no se sienta sola nunca, ni un segundo. Eso te toca, en este momento, hacerlo a vos. Porque si. Porque vos la querrías. Porque vos hubieses llorado de alegría conmigo, cuando nació; cuando respiró sola, cuando movió la mano y se tapó la cara.
Eso, Miguel. Cuidame a Paulina. Cuidamela mucho. Tengo el resto de la vida dedicado a mirarla crecer. Ayudanos. Ayudame. Una vez más.
No nos dejes solos.
Eso: no nos dejes solos ahora.
Me voy a dormir. Mañana temprano, me espera mi hijita.
Te quiero. Te extraño. Tengo mucho miedo pero soy muy feliz.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Caro Michele/35

Empecé este post por lo menos cuatro veces. Hoy es miércoles, son las seis de la mañana y lo empiezo por quinta vez, vamos a ver si hoy sí, hoy que tengo acidez e insomnio, lo termino. Casi no te cuento cosas porque yo sé que vos, desde donde estás, ves todo y sabés todo. Y no te cuento cosas porque casi todo está tomado por Paulina, desde que era una tenue línea en el test de embarazo. Me estoy cambiando de sindicato, sí. Estoy abandonando la adolescencia, por fin.
No te voy a decir que la vida brilla a cada segundo, no. La vida es la vida y tiene un brillo más bien cortito. Viste como es.
Pasa de todo y pasa todo junto. Hay palabras que todavía no se dicen y otras que hubiese sido preferible no decir nunca, reconciliaciones, peleas, nacimientos, distanciamientos, reencuentros, qué sé yo. Es tan corto el tiempo.
Los días pasan muy rápido. Se me hinchan las piernas y las manos. Cada día descubro un dolor nuevo y lo cierto es que nada importa. Nada. Lo único que importa es Paulina y si se mueve, si duerme o si está despierta.
El año pasado, para esta fecha, tampoco dormía, te acordás? Para esta fecha, andaba con el pánico y la falta de hambre y sueño por días y días. Y la tristeza lo ocupaba todo. Absolutamente todo. Un año después, todo se dio vuelta como si existiera alguna ley compensatoria de situaciones en el mundo.
Faltan dos semanas para que cumpla años. Es la primera vez que la llegada de mi cumpleaños no me deprime. Tampoco te voy a decir que salto en una pata, pero la verdad, este año, a lo mejor porque Paulina transformó todo, cumplir años está bien. A lo mejor, porque toda esa tristeza, la que ocupaba todo el año pasado, salió por la ventana y aunque , como digo, la vida es la vida, nada de lo que pasa ahora tiene que ver con lo que haya pasado antes de septiembre del 2008. Ya no hay ganas ni tiempo para sentarme a la mesa con todas mis equivocaciones. Capaz me justifico pero, qué sé yo si no tuve que equivocarme tanto para poder llegar hasta acá.
Vos sabés que yo pensaba que iba a ser tía para el resto de los días. Vos sabés que yo creía que iba a ver como todo el mundo conocido edificaba su vida con bases sólidas, mientras yo seguía escribiendo cuentitos que no llegaban a ninguna parte y vivía para... quién sabe para qué. Para ser tía, a lo mejor. Pero uno nunca sabe. Uno nunca sabe nada de nada. Uno nunca sabe cómo le va a cambiar la vida, de una hora a la otra.
Ahora es todo distinto. La panza crece todos los días. Hay mucho para hacer.
¿Te acordás que yo quería mi happy end? Las pelotas. Es todo comenzar. Cada vez y todas las veces. Comenzar con tristeza o alegría, no importa. Salir adelante. Remarla. Remarla siempre. A veces, con tormenta. A veces, con río revuelto. Empezar. Caminar. Seguir. Los que son como nosotros, aunque no quieran, siempre se levantan. Así somos. Batalladores, dirían. Y salimos, al final. Sacamos la cabeza del agua. Respiramos. No nos quedaba más que mejorar y mejoramos. La puta, si mejoramos. Ante Paulina, no hay nada de lo que ya pasó que tenga importancia. El pasado está ahí para sostener lo que sos y para nada más. Ya no hay motivo para castigarse ni para abrazarse de la tristeza. Ahora, estos días, estos meses, está bien ser un poco feliz. El poco feliz que se pueda, por el rato que se pueda. Pero feliz. Feliz de una buena vez y no por causa de Paulina -otra cosa para enseñarle: que la felicidad y la tristeza SIEMPRE dependen de uno; los demás son sólo instrumentos para conseguir una u otra- sino para ella. Para poder ser la mejor mamá que puedo ser. Se lo merece, ya que hace el favor de venir a este mundo que no tiene tantas cosas buenas para ofrecerle como yo quisiera.
Pero nos va a salir buena, la chiquita. Tiene buena madera y no lo digo por mí, que ya sabés como soy. Te la encargo desde allá arriba para que me la cuides de todo lo que yo no la voy a poder cuidar. Vos sabés, Miguel. Vos sabés.
Y no mucho más. Estoy bien. Cabrona, como siempre. Contestadora y mal llevada. Una porquería, sí. Soy yo, después de todo, por más mamá de Paulina que sea.
El resto del mundo está igual. Pocos pero buenos. Y muchos conocidos. Algunos mejores que otros, como siempre. Algunos queridos, otros no. Algunos muy abandonados y, seguramente, enojadísimos pero bueno, todo al mismo tiempo, no se puede. Ahora, Paulina. Todo lo demás, puede esperar. Los que nos quieran bien, sabrán comprender. Los que no nos quieran, bueno, pueden ir ahuecando y haciendo lugar, que tenemos muchas cosas para hacer: vivir. No sé si les suena.
Y por ahora, nos quedamos acá.
Claro, te quiero, como siempre.
Y sí, te extraño pero ya no tanto como otras veces.
A lo mejor, eso está bien, no?
I am sailing, I am sailing,
Home again cross the sea.
I am sailing, stormy waters,
To be near you, to be free.

Nos vemos. Un día de estos. No sé cuándo.