domingo, 19 de abril de 2009

Caro Michele/38

Hay cosas que van más allá de ser "la mamá de Paulina". Sigo siendo yo para muchas cosas, lamentablemente. Más allá de las complicaciones de este momento, en donde una vez más, la tengo que remar como una hija de puta -porque para que va a ser fácil, si yo me la banco y le puedo poner el cuerpo, no?-, siguen habiendo cosas, de esas boludeces de las que cada uno ve en otros y le molestan muchísimo, que me sacan de quicio.
Como siempre, me saca de quicio que me quieran hacer pasar por pelotuda. Porque no lo soy, desgraciadamente. Cuánto más fácil hubiese sido mi vida, si de verdad verdadera, hubiese podido ir por el mundo haciéndome la idiota. Cuánto más fácil me hubiese sido todo, si hubiese inventado y llevado a la realidad, una inocente y cándida mujercita que esconde a una de esas competidoras por todo, insegura de su propia personalidad y eficaces contra otra como la gota que roe la tierra. Debe ser algo karmático: cada dos por tres, alguna de estas se me aparece e intenta hacerse la irónica conmigo. Y yo, ya sabés, no tengo muchos grises. A mí la ironía me la chupa. Yo digo lo que tengo que decir y hago lo que tengo que hacer, sin disfrazarme de nada. A ver cuántos tienen ese valor . Y aunque aprendí a defenderme, no deja de molestarme que me vengan a hablar con el vestidito irónico, los que se pasan de listos y los cagones. Creo que nunca van a dejar de molestarme las malas imitaciones, hay tanta gente boluda en el mundo, que si los boludos volaran no veríamos el sol, Miguel. No te rías.
En estos días de mucho movimiento emocional, siempre viene el mal recuerdo. Las cosas que hice mal no dejan de visitarme. Las cosas que debí evitar. Y me da culpa. Una culpa enorme, negra, que me apreta el pecho al punto que me dan ganas de tirarme por la ventana. Todos los arrepentimientos juntos por haber gastado tanta pólvora en chimangos, en gente que ni por putas cumple con sus promesas. Porque viste como es: siempre me doy cuenta de las cosas. Tarde, pero me doy cuenta.
Y tengo esos días en que quiero olvidarme de todo. Empezar un cuaderno nuevo con los pocos que se quedaron cerca cuando las cosas se pusieron feas. Con los pocos que todavía están, ahora, que los días, por el cansancio y la angustia, son siempre nublados.
Pero claro, yo tengo mi solcito creciendo. No me olvido de eso. Es lo único que importa de verdad. Es lo único que le da sentido a todo. Aunque el resto de las cosas y las personas insistan en creer que yo me las banco todas: las boludeces, las maldades, los comentarios, las competencias al pedo. Como si yo fuera de madera o si no necesitara un rato de paz, de calma y de compañía sin cuchillo abajo del poncho.
Entonces pienso, y lo pienso mucho tiempo con estos antecedentes, cómo voy a hacer para enseñarle a Paulina que sea feliz. Que sepa defenderse pero sin ir a atacar a nadie, como parece que es la onda. Que esté con la gente que quiera estar sin dejar que la lastimen.
Es un mundo de mierda lleno de gente de mierda. La gente que vale la pena es tan poquita, tan poquita que habría que encerrarse en una cueva, sólo con ellos, para que todo esté bien.
Y la vida tendría que ser otra cosa, Miguel mío. La vida tendría que ser meses y meses de alegría compartida y de tener mucha gente en la que apoyarse. Y no me pongo puritana, digo alegría como uno pueda, sin cagar a otro. Sin cagarlo mal. Sin dejarlo de garpe. Sin sacarle el felpudo porque la cosa se puso fea y entonces, ah... entonces, salir rajando para el otro lado, por las dudas de que haya que pensar y darse cuenta qué es lo importante.
Cuando me agarran estas crisis de misantropía, tengo miedo de hacerle mal a Paulina. Tengo miedo a enseñarle que no tiene que encariñarse con nadie, que no tiene que confiar, que primero hay que defenderse, que piense mal que acertará, en fin... tengo miedo de enseñarle a ser una clase de persona que no soy, pero que muchas veces creo sería más beneficioso ser.
En fin, aquí estoy, con todas mis contradicciones. Esperando que venga el olvido y que pasen los días. Y que rápidamente, la próxima etapa de mi vida sea mucho mejor que las anteriores, porque lo que no te mata, te hace más fuerte, no?
Y a mí, todavía, nadie pudo matarme.
Aunque lo hayan intentado.
Sigo siendo yo.
A pesar de todo.
Lamentablemente.

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