Revolviendo en la net, me reencontré con el primer diariosdaneses
También encontré, en un cuaderno, el principio de un cuento, quizás, o todo el cuento que se me ocurrió hace más o menos un año y medio atrás.
La educación sentimental de Elena
Se iban a encontrar en una esquina cualquiera de Buenos Aires, por primera vez. Se habían visto antes, en una fiesta.
Ella iba nerviosa al encuentro. Había tomado un taxi y antes de bajar, había respirado profundo unas cuantas veces, como para tomar coraje.
El estaba en la esquina, la esperaba. Cuando la vio cruzar, se le encendió la sonrisa. Cuando ella terminó de cruzar la calle, él la recibió con un abrazo raro: un abrazo dado con todo el cuerpo pero también con el corazón. Y así empezó todo. Dos desconocidos abrazados como si hiciese mucho tiempo que no se abrazaban.
Caminaron hasta el hotel. Naturalmente, se dieron la mano al caminar y así fueron, parando en un lugar u otro para darse un beso. No les hizo falta café, ni charla, ni ponerse de acuerdo. Todo se les dió tan naturalmente que parecía que se habían conocido desde siempre.
Por fin, dentro de la habitación del hotel, se sentaron un rato en el sillón, como para conversar. No pudieron. Fueron besos y más besos. Y esos besos también parecían conocidos, no había que acomodar la lengua ni hacer piruetas con la cabeza, eran besos que habían estado siempre, besos cómodos. Ella lo supo enseguida. Ella supo que lo que pasaba no era normal. Entonces, se sentó enfrentada sobre él y le dijo: "Qué tal, soy Elena, la tímida, como estás"y siguió besándolo . El se rió y ella descubrió su risa y le gustó hacerlo reir. Empezaron a desvestirse y lo hicieron cariñosamente, despacio y con amabilidad. Cuando fueron a la cama, el se encargó de hacerla sentir adorada. Elena no conocía esa sensación. Cada caricia, cada roce, la conmocionaba. Pensaba: "Esto lo hice muchas veces y nunca fue así" y se dejaba seguir acariciando.
De repente, él le preguntó: "¿estás lista para que te haga el amor con el corazón en la mano?" y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, porque ya no tenía recuerdo de cuándo había sido la última vez que se había acostado en una cama llena de sentimientos. Era tanta la sorpresa que la frase "hacer el amor" no le había sonado cursi. Le pareció que un hombre como él, no podía decir otra cosa.
Y en la cama, sucedió lo mismo que con los besos. Parecía que todo había pasado alguna otra vez, no había grandes directivas, los cuerpos se unían perfectamente, como las bocas. Y Elena pensaba: Esto es raro. Muy raro. Está buenísimo.
Cuando les tocó descansar, Elena hizo las preguntas de rigor: ¿pensabas que iba a ser así? ¿Creías que ibamos a tener tanta onda, tan pronto? Y él contestaba despacio, que sí, que no. Y sonreía. Y Elena pensaba que, a lo mejor, lo había hecho feliz. Por lo menos, un poco. Él parecía un tipo feliz, aquella noche.
Antes de irse, se bañaron separados.
Elena se quedó en la cama y lo miró bañarse. Le gustó verlo. Observó cómo se enjabonaba las piernas, los brazos, el pecho. Lo escuchó cantar bajo la ducha. Y después, con detenimiento, lo miró secarse y vestirse. Y le pareció el hombre más hermoso del mundo. Y el más adorable. Y supo, ahí nomás, cuando todavía no había pasado casi nada, que iba a enamorarse pero trató de minimizarlo. "Serán dos o tres veces más y chau"
Salieron del hotel, de la mano. Ella prefirió tomar un taxi que la llevara hasta su casa. Prefirió irse sola. Se sentía la chica más hermosa del mundo, por primera vez en su vida. Y se sintió adorada como nunca antes. Ella le preguntó "hablamos?" El le contestó: Por supuesto.
Después de ese primer encuentro, hubo muchos otros. Elena aprendió con ese hombre a querer con todo el cuerpo. Y con el corazón. Y con el alma.
Porque Elena, ante ese hombre, no tenía que ser nada más que ella.
Por eso, cada vez que él entraba a la ducha, después de haberle entregado el corazón y el cuerpo, Elena se lo quedaba mirando, y mirarlo le daba toda la paz del mundo.
Porque en algún momento en el que no pensaba, el corazón se le había incendiado. Y era amor. Un amor de los buenos, de los cálidos, de los suaves.
Un amor como el que Elena había buscado muchísimo tiempo, en otros cuerpos, en otras camas.
Al final, lo encontró. Ella, todavía hoy, le dice "mi hermoso", lo taladra a llamados teléfonicos y cuando se ven, a él se le enciende la sonrisa y a ella se le incendia el corazón.
Pero, algunas noches, cuando Elena está sola, se pregunta qué hubiese pasado con ella, si no hubiese ido a la esquina aquella, para encontrarse con él.
"Me hubiese perdido lo mejor que me pasó en la vida", se contesta.
Y se duerme pensando en la sonrisa que le incendia el corazón.
2 comentarios:
Von, volví a encontrarte en otra parte del blog, y que por apurarme , creía cerrado.Me alegro mucho por tu reencuentro con el primer danés.
Muy bueno el cuento.Me encantó como todos los que he leído.
Y el libro??? quiero llevarlo a mi mesa de los desvelos para que me acompañe ... vamos, pensá en publicar pronto.
Será una manera de tratar de ser feliz, vos te lo merecés.
Que bonito :)
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