sábado, 24 de abril de 2010

Personajes de película 3

Se llama Gabriela. Está vestida de morado y amarillo y su maquillaje hace juego con lo que tiene puesto. El vestido es demasiado corto, quizás, pero es la única local entre todos estos gringos del norte y del sur. Me dice que es de Vallarta, que le encanta México, que nunca quiere irse.
Es hermosa. En serio lo digo. Es una mexicana hermosa. Bien podrían hacer la Barbie Azteca usándola de modelo. Tiene el pelo enrulado y pestañas largas. Tiene ojos de bambi y una boca fina, como dibujada.
Al lado de ella está Mark. O Marco, como se presenta ante nosotros, que somos latinos y quizás no entendemos que quiere decir "Mark". Para presentarse, también, arroja un fajo de dólares sobre la mesa y en quince segundos, tiene a media dotación de camareros atendiéndolo. Dice que es cocinero en Nueva York pero que vive algunos meses en el caribe. Que conoce a los padres de la novia desde que salieron por primera vez. Dice que fue el primero en agregarle pollo a la ensalada. Mark podría ser argentino por la manera en que se manda la parte. Cuenta que se casa. Con Gabriela, claro.
Nadie me conoce y podría hacer lo que fuera que todos los presentes lo tomarían como un rasgo habitual de mi carácter pero no hago nada fuera de lo común. Hablo con Gabriela por cuestiones de proximidad e idioma.
Ok, estoy llena de prejuicios, como todo el mundo supongo. Pero me convenzo de que vi demasiadas películas y de que los yanquis siempre nos llenan la cabeza. Apenas la vi, no puedo negarlo, pensé en el cliché: chica mexicana se compromete con norteamericano para conseguir la visa y zafar del hambre.
Decía: converso con Gabriela. Me cuenta que está terminando la prepa. Me dice que cuando termine la escuela quiere estudiar Diseño o Relaciones Públicas. En Nueva York, claro. Y que muy jovencita se fue de su casa y estuvo recorriendo México. Que trabajó en el caribe de promotora turistica y que en junio se casa con Mark y se va a vivir a Nueva York. Y que está escribiendo un libro. Que su madre le ha dicho que en la vida hay que hacer dos cosas: plantar un árbol y escribir un libro. "Argh", pienso pero dijo "ajá, ajá, claro, claro" y sonrío un poco por compromiso y otro poco porque ya me tomé tres gin tonic.
Mientras ella me habla, me repito mentalmente que quizás se quieren mucho, que seguramente estén muy enamorados -él lo está o eso deja ver-, que van a ser felices juntos y esas cosas que cada tanto mi alma de minitah me hace pensar. Pero la otra parte que habita en mí, confirma que no me había equivocado tanto con mi primera impresión.
Discurso en inglés de una de las dama de honor. Discurso en inglés y en un español tan extraño que casi suena a inglés de uno de los best man. La charla con Gabriela queda suspendida.
Los yanquis se rien, nosotros nos miramos un poco, tomamos más. Sigue la música. Pasan de la música disco al hip hop, del hip hop a la balada romántica. Es un casamiento, después de todo.
Pasa el rato y Gabriela se embola mientras Mark le canta un tema de Air Supply que a mí me hiela la sangre.
Me entero después de la fiesta de que todos los que conocen a Mark creen que Gabriela sólo quiere sus dólares. Parece que en todos los lugares del mundo, las mujeres son más astutas que los hombres. Nadie parece haberle dicho a Mark que Gabriela podría ser su hija. Esas cosas permitidas a los hombres: no importa en qué sociedad vivas, al final.
Yo, sin embargo, creo que es una buena sociedad. Cada uno obtiene lo que quiere. Nadie le puede quitar a Mark tener una chica en el caribe, esperándolo. Nadie le puede quitar a Gabriela la posibilidad de un futuro un poco mejor, aunque en el presente tenga que sacrificarse un poco.
No recuerdo en qué momento de la fiesta dejé de verlos. Creo que fue después del centésimo hip hop.
Los días que siguieron me quedé pensando en los conquistadores.
No sé.
Espero que la Barbie Azteca tenga buena suerte. Ojalá haga su América.

martes, 20 de abril de 2010

Personajes de película 2

Mum se llama Marilyn. Es una mezcla extraña entre Mia Farrow -ahora- y Silvia Montanari -desde siempre.
Mum no toma sol. Cuando se acerca a la piscina, lleva puesto un vestido hasta los pies, un saquito mangas largas, todo en tonos pastel. Y capelina. Mum no sale sin capelina porque detesta el sol pero a los chicos se les ha dado por casarse en la playa, a orillas del mar Caribe y ya que van a mezclar las razas, por lo menos que lo hagan donde sólo los más íntimos puedan verlos, digo yo porque nada de lo humano me es ajeno.
Mum sonríe todo el tiempo y utiliza un modito forzado para hablar, como esas que por casa le dirían "tesoro" o "pichona" a cualquier amigo de sus hijas. "Hi, guys", nos dice con voz angelical cada vez que nos ve, arrastrando la ai en tono agudo. "You´re so nice", me dice o algo así le entiendo yo que no les entiendo casi nada a ninguno y tampoco me esfuerzo por entenderlos. O mejor, los entiendo si quiero y cuando no quiero, no entiendo nada y "I don't speak english. Sorry." mientras pienso que a los ingleses les sale mejor la cortesía porque disimulan mejor.
Mum abraza y besa y se pone emocional. Y agradece, supongo que de corazón, que nosotros, los del culo del mundo estemos aquí, acompañando a los novios. Supongo que eso es verdad: como sea, es una madre y su hija se está casando.
Ahora, Mum está fascinada con su familia política. Porque, como creí decir antes, fuera de Yankiland, lo que más les gusta a los americanos es la belleza exótica de los pueblos originarios de Latinoamérica. Mum mira a su familia política boliviana de la misma forma en que mira a los camareros y a los lobby boys. Es una mezcla de compasión y lástima, que ya se sabe no son la misma cosa. Y claro, los más jóvenes de los latinos, que son argentinos pero con cara de bolivianos ganan a lo pavote en este no-lugar-paradisíaco-all inclusive.
Como sea, pasa el día de la boda en donde Mum intenta muchísimas veces acaparar más atención que los recién casados. Y al día siguiente, luego de hacerse amiga de los amigos de su hija y, anche, de los de su hijo político, no hace más que interrumpir almuerzos y cenas para sacarse fotos con todos y recordar estos maravillosos, maravillosos días.
No se saca fotos con nosotros. No somos lo suficientemente exóticos. En el hotel, casi todo el personal cree que somos gringos. Zafamos por la piel clarita y los ojos haciendo juego. Cuando hablamos en español, se sorprenden y nos preguntan "¿España?"
"Argentinos", decimos. "Argentinos, eh, amigo. ¿Dónde está el mate?"
Qué lejos quedaron los 90 de las costas del Caribe.

Personajes de película 1

En el patio de atrás de la madre patria del norte, se celebra una boda. Unos días antes de la celebración, llegan los amigos de la novia, de allá, de la tierra del sueño americano.
Son ruidosos, toman demasiado, gritan demasiado. Entre ellos, el joven Steve.
Si Steve fuese argentino, pienso, sería fan de los Cadillacs, se vestiría en Kevingston y sería el típico encarador simpático de cualquier boliche de onda, tomaría cerveza hasta caerse redondo pero, de todas formas, no perdería su encanto. No está mal Steve. Es un lindo muchacho y se come a las chicas con los ojos, a las de su tierra y a las otras, a las exóticas, a las que están bien para echarse uno mientras se está de vacaciones y nada más.
Steve tiene levante. Las chicas, sobre todo sus coterráneas, no quieren otra cosa más que ganárselo. Forcejean entre ellas para ver quién se lo queda. Trago va, trago viene, las chicas y el propio Steve hacen aquí lo que nunca harían en su tierra natal. Aquí está todo permitido. Hasta fumar.
Es simpático, Steve. Y no sé por qué se me puso que es marine o algo por el estilo. Posiblemente, por el corte de pelo y la forma en que camina y habla y mira. No, no es nada agresivo. Es uno de esos tipos que chamuyando podría convencer a cualquiera. Está siempre dispuesto a la fiesta. One shot, two shot, three shot... Y las chicas gritan y se ríen, siempre alrededor de él.
Cada día, Steve está un poco más colorado y un poco más borracho.
Llega el día de la boda. La novia está preciosa; el novio, nervioso. Al momento del baile, todo es hip hop y "yeah" y "oh-oh". Pero Steve no baila. Está sentado, muy serio, conversando con algunas damas de honor - oh, sí, damas de honor de la más alta estirpe norteamericana y cuatro padrinos sudacas o casi- y con los padres de la novia en el más cerrado y rápido inglés.
Y de repente, Steve llora. Los padres de la novia lloran.
Es que Steve eligió la noche de la boda para salir del clóset. Y todavía está más colorado. Y todavía está más borracho. Y por ahí, está su novio. Y las chicas que ignoran todo lo que pasa. Y que igual lo seguirán encarando y tocando y rozando y apurando.
Y yo pienso, una vez más en estos días, que crucé la pantalla como en La rosa púrpura del Cairo.