Y resulta que soy, ahora, la mamá de Paulina pero no dejo de ser yo. Allá en el fondo, lo que queda de la que fui, cada tanto se asoma y me pone un sopapo antologico y me trae de vuelta todas las veces que me equivoqué.
A lo mejor porque estoy cansada, a lo mejor porque tengo miedo, a lo mejor porque la única forma de aprender es así: con un sopapo que te devuelva a la vista todas las veces que metiste la pata, Miguel.
A veces, no estoy muy orgullosa de mí. No por lo de ahora, claro. Por lo de antes. Por todo lo de antes. Porque muchas veces, metí la pata a conciencia y ahora, hay que cargar con eso.
En estos días que son muy cortitos y muy largos a la vez, a veces pienso que estoy cerca del mar y que voy a ir a tirar todo eso al agua, para que se vaya, para que todo eso se hunda. Al rato, cuando dejo de pensar en mares y playas, me doy cuenta de que todo lo que el mar se lleva, siempre lo devuelve a la orilla.
Uno es lo que es. No tiene forma de escaparse de eso.
Es un día triste. Pero no porque haya pasado algo malo. Es un día triste y los días tristes me asustan, porque viste como es: uno se acostumbra fácil a la tristeza. Y yo ya no quiero ser una chica triste.
Pero algo apreta adentro. A la altura del pecho. Apreta fuerte y sí, con permiso del doctor, la gota milagrosa hace que no llore, aunque tenga muchas ganas; ni que me dé un atacazo de pánico o alguna de mis gracias.
Hay tanto por hacer y hay tanto por esperar. Por qué me preocupo por lo que ya está hecho, es la mejor pregunta que me puedo hacer.
Vos sabés que pocas veces me falla la intuición. Es como si me picara la nariz y adivino hasta lo que no quiero adivinar. Y también sabés cómo me gustaría equivocarme cuando no me equivoco.
Y hay tanto para hacer y hay tanto por esperar que hay ratos que me parece que me va a explotar el cuerpo. Por suerte, no explota. Y los días pasan muy rápido pero todavía falta mucho.
Y uno quiere ser feliz pero no sabe por donde va a venir la felicidad porque siempre esta remando para salir a flote y... estoy muy cansada y no hay tiempo para descansar, por ahora. Por Paulina, no es momento. Hay que seguir.
Es un día triste. Ya se va a terminar.
Te extraño. Siempre te extraño.
A lo mejor porque estoy cansada, a lo mejor porque tengo miedo, a lo mejor porque la única forma de aprender es así: con un sopapo que te devuelva a la vista todas las veces que metiste la pata, Miguel.
A veces, no estoy muy orgullosa de mí. No por lo de ahora, claro. Por lo de antes. Por todo lo de antes. Porque muchas veces, metí la pata a conciencia y ahora, hay que cargar con eso.
En estos días que son muy cortitos y muy largos a la vez, a veces pienso que estoy cerca del mar y que voy a ir a tirar todo eso al agua, para que se vaya, para que todo eso se hunda. Al rato, cuando dejo de pensar en mares y playas, me doy cuenta de que todo lo que el mar se lleva, siempre lo devuelve a la orilla.
Uno es lo que es. No tiene forma de escaparse de eso.
Es un día triste. Pero no porque haya pasado algo malo. Es un día triste y los días tristes me asustan, porque viste como es: uno se acostumbra fácil a la tristeza. Y yo ya no quiero ser una chica triste.
Pero algo apreta adentro. A la altura del pecho. Apreta fuerte y sí, con permiso del doctor, la gota milagrosa hace que no llore, aunque tenga muchas ganas; ni que me dé un atacazo de pánico o alguna de mis gracias.
Hay tanto por hacer y hay tanto por esperar. Por qué me preocupo por lo que ya está hecho, es la mejor pregunta que me puedo hacer.
Vos sabés que pocas veces me falla la intuición. Es como si me picara la nariz y adivino hasta lo que no quiero adivinar. Y también sabés cómo me gustaría equivocarme cuando no me equivoco.
Y hay tanto para hacer y hay tanto por esperar que hay ratos que me parece que me va a explotar el cuerpo. Por suerte, no explota. Y los días pasan muy rápido pero todavía falta mucho.
Y uno quiere ser feliz pero no sabe por donde va a venir la felicidad porque siempre esta remando para salir a flote y... estoy muy cansada y no hay tiempo para descansar, por ahora. Por Paulina, no es momento. Hay que seguir.
Es un día triste. Ya se va a terminar.
Te extraño. Siempre te extraño.
Don't leave me high, don't leave me dry
3 comentarios:
Hasta que no entiendas que el camino te trajo no vas a dejar de enojarte con él. No es el camino, no es lo que fuimos.
Es lo que vamos a ser (y hacer) lo importante. Siempre fue así, pero nunca nos damos cuenta. La melancolía mata.
Eso que vuelve a apretarte el pecho, sostiene lo que sos en los días en los que sos pura sonrisa, mamá, mujer, amante, tía, vecina, amiga. Dale duro a eso, a lo que sos y a lo que empezas a ser.
Eso me lo enseñaste vos, en forma de post, y me quedó acá, y ahora te lo recuerdo a vos.
Siempre hay tiempo para estar tristes, pero no tenemos que dejar que nos gane, la melancolía puta.
Abrazo de oso.
Cada dia que pasa me convenzo mas de que ser lo que se es, al final, no es tan malo, por mas que uno se lamente muchas veces.
Si no hubieras hecho lo que hiciste, antes, hoy estarías mejor? donde estarias?
Uno esta donde tiene que estar, al final.
beso V
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