domingo, 16 de diciembre de 2007

Caro Michele/9

Estoy en casa. Escucho los redondos porque tengo una especie de ataque nostálgico, de los que me agarran a esta altura.
No sabés lo que extrañé a Jota y a las chicas. Y a la preciosura que a todo lo que camina en cuatro patas, menos a los gatos, les dice uau-uau, con la misma voz grave de esta tía loca que le tocó en el reparto familiar.
Ni bien llegué, llamé a Jota pero estaba de revoleo con esa piba, la que no me gusta y nunca me va a gustar. Qué raro yo, siempre llevándome tan bien con cierta clase de minas. Lo va a dejar roto y mal parado. Ya se lo dije, pero cogen bien y andá a sacarle a Jota de la cabeza que tiene que cortar con algo así. No te digo que hay cosas que sería mejor no conocer? Insisto.
Tengo una comparsa carioca en la cabeza. No sé lo que tengo qué hacer ni por dónde empezar. Otra vez, esta sensación de andar sobrando en todos lados. No encajo y no encajo. Y mirá que trato, eh. Y mirá que la gente intenta, eh. Pero soy yo y todas mis yo.
No tengo ganas de dar explicaciones. Hago la fácil: son las hormonas y a la mierda. Nada ni nadie nos puede parar.
Todavía hay asuntos que me dan vuelta la sangre y el estomago. Como me revienta cuando hago estas boludeces.
Ando a puteada limpia. No sé si es la fecha o qué. El joven lobo quemándose de amor, no da señales y te juro que esta vez, no hice una movida. Eso es lo que más me hace putear. Tímidamente moja el suavestar. Y yo ya no estoy para migajas ni para jueguitos. Viste qué rápido me aburro de eso. Pero H dice que yo tengo que aprender a ser así, aunque no quiera, aunque no me guste. Un gran remedio para un gran mal. Indescriptibles trucos de placer. Ni que fuera necesario tanto para tan poco, digo... es sólo placer. Vamos.
Nunca nada especial. Y eso me harta. Hasta cuándo te pregunté la vez anterior. Ya no importa hasta cuándo. Creo que no importa ni para qué. Basta.
Hay que hacer algo por los demás. Algo porque sí, que sirva, que ayude. Eso se me ocurrió hace unos días, cuando dejé de lado la misantropía, por diez minutos. Una, en la tele, en el lugar dónde estuve dijo: "vivimos tan poco" y lo repitió: "vivimos tan poco". Y fue la primera vez que escuché una gran verdad en tele. Vivimos tan poco, Migue, qué cuál es el sentido de vivir este rato si no vas a hacer al menos una cosa buena por los demás. No me puse mística, ni confío a ciegas en el género humano pero cada vez hay más mijitos del viento y ninguno de ellos pidió venir acá, a vivir el rato corto o largo que les toca. Hay que hacer algo por los demás, sin esperar devolución, sin querer llevarse laureles, como dice siempre la que todo lo puede que, a veces, se zarpa de tanto ayudar pero cuando lo hace, se la vé tan bien, tan contenta.
Creo que te extraño. Más que otras veces, más que siempre. Extraño que llegues a casa, arrastrando los pies y con las zapatillas desatadas. Siempre un iluso. Eras mi lujo, Migue. No pensás en volver? De todos los que se fueron en la diáspora, sos el único que no da el brazo a torcer y va a pasar mucho tiempo para que yo pueda volver a viajar para verte. Y sí, todavía me gustan las canciones de los redondos para minitas. Te gustaba decirme eso para hacerme enojar. Y yo me enojaba por darte el gusto, porque me gusta pelear de mentira pero no de verdad. Parte de mi encanto infanticida, dice Jota y me da un coquito.
Ando caracol caracolito. Todo pa dentro, pa dentro. Escribo porque no sé qué hacer más que escribir, y aunque había mejorado un poco, ahora, pa tras, otra vez. Maldición, va a ser un día cómo los demás.
Pero tengo que terminar con esto, junto con el fin de año. Callarme la boca, encerrarme, atarme los dedos, no sé. Tangos fatales. Despedir el año con borracheras varias, bailando, gritando, sacando todo este nudo en la garganta para afuera, con los pocos de siempre que me quieren bien y con los otros pocos nuevos que la vida me fue acercando, que son pocos poquitos pero que están ahí, por suerte, para mí.
El tango que ocultamos mejor, del que preferimos no hablar, anda por ahí. Creo que tiene un hijo nuevo con el pro hombre. Naba.
Las chicas dicen que no gaste en relámpagos. Hago lo que puedo, Migue. Y la mayoría de las veces, lo consigo pero cuando la escucho hablar del pro hombre, me dan ganas de ahorcarla. Te dije que estoy violenta? Igual, me la banco. Disimulo. Las chicas somos así, no? Debemos ser así, diría H. Un comentario malintencionado cada tanto, como para decir: cuidado, linda, que yo te conozco.
De todas formas, no sólo aplica a las mujeres. La población boluda de este planeta se reprodujo de una manera tan veloz que ya no sé si yo no entro dentro de ella. Supongo que sí. Tengo reflejos rápidos y una percepción a prueba de balas. Hay más de diez asegurando que soy una boluda más, pero que me den crédito, viste. Boluda con conciencia no es tan común, hoy en día.
El lunes me pongo a escribir seriamente. A lo mejor desaparezco con eso. Cinco años de laburo a reescribir en menos de tres meses, antes de volver a la cárcel. Hay que correr. Ya no hay tiempo de lamentos, ya no hay más.
Tuve uno de esos sueños vivos. El pibe ese que te conté y una mina que casi no conozco más que de vista. Me acusaban de cosas que no hice ni en el sueño ni en la vida real y no había Cristo que los convenciera. Y yo me desesperaba por convencerlos. Boluda hasta en sueños, carajo. Qué día me voy a avivar del todo.
Lenta, lenta, dice Jota. Siempre lenta.
No voy a cambiar de laburo. Se me acabó la dosis de esperanza. Todo se está acelerando. Voy a estar toda mi vida presa como un animal, como un animal feroz, en ese escritorio de mierda.
La que todo lo puede está en su etapa emocionada: se pasó días emocionada por cualquier cosa. Apretando el pañuelito, como si no fuera la que todo lo puede. Igual, ya sabés, rebotar contra la pared, tiene más efecto.
Quiero una lluvia que realmente moje. Un final feliz para pimpollos. Te encargo la obra póstuma. Estoy cansada y desorientada y no digas que es momentáneo -si al final, vos nunca decís nada y ni yo sé para qué te escribo, si nunca vas a contestar- porque es el momento más largo de mi vida y ya no puedo quemar turbina.
Jé. Iba a ser yo, te acordás? La de la traición. Iba a ser yo.
Conocí un gringo, allá. Buena onda. Quedamos en que va a venir y bleh. Buenos Aires es otra cosa y los hippies no son lo mío. Sí, ya sé: igual, hay que conocerlo. (Pero no sé si quiero conocer a un gringo. Dejame de joder, a esta altura. Y no es que nada me venga bien. Sólo que lo que llega, ya viene en mal estado o hay que empezar a criarlo. No da, Migue. No da.)
Volvé en algún momento. Hasta que Jota no la corte con la de turno, no puedo contar con él y las chicas -todas- tienen su vida armada. Vos seguís tan rengo como yo. Es más fácil si estás acá. Es más fácil, para vos, si ando cerca. No me prometas. Juntá y volvé. Aunque sea un rato, Migue. La vida no es la misma desde que no estás. Beso a Padre. Recordale que le escribo para las fiestas, como a él le gusta. Y que si puede, le pegue un toquecito al tema del laburo, tanto como para que no estire la pata yo también, antes de los 40, que me gustaría ver crecer a la preciosura y quién te dice: a lo mejor, darme el lujo de tener un rato de feliz felicidad felicitante.
Yo no me caí del cielo. Y no quiero perderte.
(Te diste cuenta de que nos convertimos en lo mismo que los de los '80, eran para nosotros? Qué horror.)
Cantá conmigo: (teníamos catorce? quince?)
Apuntamos a tu nariz, hundimos tus pómulos y vos resplandecías.
No te quedó sueño por vengar y ya no esperás que te juegen limpio, nunca más.


P.S: la próxima volvemos a lo nuestro. Demasiado redondismo puede hacernos mucho daño.

1 comentario:

Cassandra Cross dijo...

La felicidad está a la vuelta de la esquina. Sí, hoy me levanté con antojos de clichismo.

Seré una perra, pero una buena.