jueves, 13 de diciembre de 2007

Caro Michele/8

Hay animadores. Acá donde estoy, en este lugar paraíso, hay animadores. A vos te parece. Un pibito de 19 que cada noche en el club house hace de cuenta que inventó la batalla de gritos de hombres versus mujeres. “Y los que griten más fuerte, se ganan una botella de vino.” La puta que te parió, pendejo. Ni siquiera tomo y la batalla de los sexos es una batalla perdida para todos. De dónde sacás que podés abusarte de eso. “Ahora voy a bailar con las chicas” dice, mirando a un grupo de cuatro viejas que juntas tienen la misma edad de los Borgia.
Estoy sentada en el fondo del salón. Tomo mi coca Light de cada día, esta vez acompañada por trucha, porque nunca comí trucha, porque trucha, a veces, algunos días como este, soy yo. No quiero quejarme. Intentaré no hacerlo pero no te garantizo cumplir, Migue. Me di cuenta de que me duele el cuerpo. Desde los pies hasta las pestañas y me duele de llevarme cargando. Antes, era mejor. Insisto, antes, la vida aparecía llena de cosas que iban a ser estupendas.
Estos días volví a mi viejo hábito. No digas nada: algunos se cortan las venas, otros se toman un frasco de pastillas; yo sólo tengo dermatitis neurótica. Gracias Albita por darme el nombre correcto. Sabés que no me la agarro con nadie. Sabés que siempre soy yo contra mí. Y bueno, esta vez, se me dio por volver a rasgarme la piel, literalmente. Apretar y apretar, cualquier sitio del cuerpo hasta verlo sangrar. No me duele, no me impresiona. Ver sangre es una buena señal: estoy viva. A veces, me olvido de ese detalle. Los demás, sí se impresionan. Los demás dicen: dejate esos brazos, mirá cómo te marcaste, te estás lastimando y un etcétera más largo que los ancestros de Jesús en el Evangelio según Juan. Rezo. Rezo lo que puedo, vos sabés que cuando no puedo pensar, rezo. Rezo porque es lo más fácil, porque creer que vendrá Dios y evaporará a ese animador que ahora me amenaza con sacarme a bailar me resulta mucho más cómodo que decirle: si te acercás un paso más, me tiro por esta ventana. Y no es que el pibito tenga algo malo, hace su trabajo, qué sé yo. Pero él no sabe que yo me muero de vergüenza casi todo el tiempo, aunque no parezca y yo sí. Y que me atrevo a muy pocas cosas, cada vez menos. No me quedan ni unos pocos peligros sensatos.
Digo: No hay nadie ni remotamente cercano a mi edad acá. Es una pena. No tengo a quién decirle: mirá que buen dibujo hace esa montaña o me llevaría una piedra de cada una de las que están en el lago o extraño mucho a mis amigos y me siento como perdida.
O que lo extraño un poco, aunque no sé si lo extraño a él; extraño la dinámica que teníamos. Extraño que mirase con los ojos como el dos de oro cuando yo decía que el ser humano es realmente un bicho asqueroso, se mire del lado fisiológico o psicológico, que son muy pocos los que valen la pena. Y me abrazara con los dos brazos, un abrazo fuerte del que nunca pude soltarme por más que quisiera, por más que, en determinado momento, ese abrazo no fuera más que el chaleco que hay que ponerle a la loquita para que no diga sandeces. Sandeces. Me encanta esa palabra y vos ya conoces mi predilección por los términos antiguos.
Ahora cantan. Un duo que se llama Nexus pero debería llamarse El sordo y el mudo. El sordo no acierta con el ritmo de las palmas, el mudo canta. Esto es así. Y como dice Romina: los escritores son depresivos o borrachos. Amiguita, por qué no te volvés borracha, por lo menos te vas a divertir.
El popurrí es de lo más variado. Empezaron con Unbreak my Heart, pero en castellano, siguieron con Por el boulevard de los sueños rotos en versión carnavalito y ahora, obvio, quisiera ser un pez para meter mi nariz en tu pecera. Quiero pegarme la cabeza contra la mesa. El animador arenga: A bailar, a bailar, que siempre terminamos bailando y yo pienso que con dos botellas de ginebra encima, a lo mejor, te bailo Explota, explotame, expló, parada arriba de la mesa pero hoy fue el día en que me abandonó el espíritu y ando toda hecha cuerpo, magullones, apretadas y cascaritas.
Había dejado el limbo de los darkies, Migue, te juro. Me había prometido salir de ahí y no volver y hoy caí de nuevo. Una caída libre, una caída nueva de la que me voy a levantar, otra vez y van…
Porque soy una gran actriz y nadie se va a dar cuenta, porque no le importa a nadie cuántas veces me caiga, ni cuantas me levante. Ni siquiera le importa a nadie si hoy, justo hoy, necesito un abrazo chaleco que signifique que algunas veces vale la pena hacer el esfuerzo.
Acá no se puede fumar. Se puede pero al aire libre. Sumá todo: animador de 19 años y la prohibición de fumar; I hate this place, y daría lo que fuera por intercambiarla con cualquiera.
No darse cuenta de nada. No darme cuenta de nada. No darme cuenta, a vuelo de pájaro, de un solo vistazo de lo que no va a ocurrir, de lo que nunca va a suceder en tantos ámbitos. No tener esta puta intuición que me asegura meses antes lo que después voy a confirmar y me va a doler. Escaparme, salirme, salite, salite de ese lugar, como dice H.
Lo más extraño de todo es que aquí-no aquí aquí, sino en el pueblo-hay muchos bebés de la edad de mi preciosura y todos me saludan o se sostienen de mi pantalón o me hablan en su idioma y yo los miro y pienso que no sé si algún día habrá uno de esos pero mío. Y al revés de lo que hablaba antes con vos, pienso si algún día habrá uno de esos, mío pero con otro, con otro que piense que no hay nada mejor para él que uno de esos y yo. Creo que compré la versión equivocada de la historia. Y que me gustaba más la de antes, la del tubo de ensayo y el chiquito todo mío. No sé por qué tuve que tomar conciencia de estas cosas, justo ahora que otra vez estoy yendo para atrás, con lo que me costó avanzar dos pasos. Hit the road, Jack.
Y sí, claro, hago lo que puedo, como todo el mundo, pero hasta dónde tengo que hacer; hasta cuando tengo que hacerlo, Migue. ¿Cuánto tiempo más llevará? Porque seis de cada siete días, le pongo pilas, eh. Te lo juro. Te lo juro por Padre y si juro por Padre, vos sabés que es en serio.
Sabés qué es lo más loco? Yo vine acá a descansar de mi. A divertirme, entretenerme, pensar en nada. Y acá estoy, pensando en todo, una y otra vez, empezando de nuevo, como en mi sueño recurrente donde doblo una frazada y la frazada cada vez es más larga y empieza a quedar mal doblada y tengo que volver a doblarla desde el principio. Ay, Migue. A veces, me duele tanto esto que ya no me duele. All you need is love, diría Jota y tendría razón, por momentos, sólo algún rato, yo también lo creo pero quien puede confiar en que algo que ha dejado más lastimados que sanos es lo que necesito? Preferible equivocarse? Nah. Mejor no equivocarse y tener el culo para siete de apostar a ganador por ultima vez y ganar.
No me quedan muchas monedas para perder y tengo que apostar donde al menos se pueda salir pata.
Hoy me duelen los últimos veintidós años, Migue. Y me duelen tanto que ya casi no siento dolor pero sé que me duelen. Ves que es mejor no darse cuenta?
Te acordas cuando salí del sanatorio? Te acordás que yo no entendía porqué la gente se preocupaba así por mí? Por qué me querían? Bueno, ahora, como si fuera una nena, como si no hubiese aprendido nada, como si no hubiese pasado por eso más de dos veces, no entiendo por qué no me quieren bien.
Vos no querés que te quieran, dicen las chicas. Querés que te rescaten. Y tienen razón. Si tengo que decirte algo con sinceridad, en toda mi vida, nunca necesité más que alguien me salve la vida aunque digan que no sirve que otro te salve, yo necesito eso ahora y sabés qué: no va a pasar. Entonces, o me salvo sola o me entrego y como soy gallega y cabeza dura, me voy a salvar sola, otra vez, de nuevo, de vuelta, como siempre. Y en un año, en un mes o en dos, voy a estar escribiendote otra vez, una sarta de palabras que tienen poco sentido para cualquiera, pero que para vos y para mí significan tantas cosas que ni hace falta hacer la lista.
A veces, necesitaría que me respondieras, Migue.
A veces, necesitaría que me digas que todavía me querés y que me querés porque sí, porque no tenés la obligación del lazo sanguíneo o del lazo amistoso; que me querés como me querías cuando andabas por acá: porque sí. Porque alguien tenía que quererme hasta las venas y justo te tocó a vos. Fue la mejor frase que te escuché decir. Fue lo más lindo y lo más aterrador que me dijeron. Siempre fui miedosa, vos sabés.
Yo te quise, Migue. No sé si supiste alguna vez cuánto, cómo, hasta dónde. A veces, me daban ganas de llorar de quererte tanto. Siempre encuentro motivo, viste. Siempre. Yo y mi fina sensibilidad bien escondida.
A veces, necesitaría que dijeras algo, Migue. Aunque no fuese importante. Alguito, nomás.

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