Hoy pensaba en todos esos que extrañan su casa. Que viven lejos de ella, que por el motivo que fuere, tuvieron que irse y dejarlo todo. Los que se armaron la vida en un lugar diferente al que nacieron y se criaron. ¿Extrañaran?
Yo extraño la primera casa en la que viví y a todos los que vivían dentro. A mi bisa y a mi tía abuela, que metía el dedo pulgar adentro de la taza de chocolate cuando la traía a la mesa. A mis tíos adolescentes que se preparaban para ir a bailar, los almuerzos del domingo con mis abuelos paternos.
Extraño la época en que recibimos a la hermana nueva. Y la puerta de calle, que durante un fin de semana completo lo tuvo a mi papá serruchando y clavando en el pasillo que te traía desde la calle.
A la perra, que después se volvió loca y en la casa nueva, después de que la bisa y la tía partieran una detrás de otra como si no pudieran separarse, donde los tíos tan jovencitos decidieron casarse o irse a vivir a Neuquén, no vivieron, tuvimos que tener encerrada.
Extraño el toldo y el golpe de la lluvía sobre la chapa; el vecino de arriba que solfeaba con el piano a cualquier hora, y mi mecedora roja, regalo de reyes.
Yo extraño mucho esa vida que tuve. Y cada tanto, cuando ando dando vueltas, paso a ver la puerta que todavía está en Bertres 527 y pienso que algo de esa vida, todavía está ahí, para que la recuerde y para que no me olvide de ninguno.
Eso. Qué sé yo. Extraño.
Yo extraño la primera casa en la que viví y a todos los que vivían dentro. A mi bisa y a mi tía abuela, que metía el dedo pulgar adentro de la taza de chocolate cuando la traía a la mesa. A mis tíos adolescentes que se preparaban para ir a bailar, los almuerzos del domingo con mis abuelos paternos.
Extraño la época en que recibimos a la hermana nueva. Y la puerta de calle, que durante un fin de semana completo lo tuvo a mi papá serruchando y clavando en el pasillo que te traía desde la calle.
A la perra, que después se volvió loca y en la casa nueva, después de que la bisa y la tía partieran una detrás de otra como si no pudieran separarse, donde los tíos tan jovencitos decidieron casarse o irse a vivir a Neuquén, no vivieron, tuvimos que tener encerrada.
Extraño el toldo y el golpe de la lluvía sobre la chapa; el vecino de arriba que solfeaba con el piano a cualquier hora, y mi mecedora roja, regalo de reyes.
Yo extraño mucho esa vida que tuve. Y cada tanto, cuando ando dando vueltas, paso a ver la puerta que todavía está en Bertres 527 y pienso que algo de esa vida, todavía está ahí, para que la recuerde y para que no me olvide de ninguno.
Eso. Qué sé yo. Extraño.
1 comentario:
Un amigo mio vivio un tiempo en Bertres... hacia fiestas "memorables".
Se extrania si, pero de la misma manera (o muy similar) en la que vos extranias esas cosas irrepetibles del pasado... Seguramente si vuelvo voy a extraniar lo que tengo aca (y no hablo de los objetos). Eso me gusta llamarlo "nostalgia" y que dificil que es explicarselo a los locales!
Saludos desde Quebec.
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