lunes, 14 de enero de 2008

Caro Michele/13

Preparate, Migue, porque esto viene largo. Hacete un té, sentate cómodo.
Recién ahora, te lo puedo contar. Recién ahora y no es sencillo Hubo un día, por agosto, en que se me cayó toda mi vida encima. Todos los estantes. Cada cosa que había sobre ellos. Todos los que habían pasado y todos los que dejé pasar.
El 2007 fue un año pésimo, a lo mejor, porque se cayó todo lo que se sostenía con hilo de coser desde octubre del 2004. No fue ningún hecho milagroso o traumático el que ocurrió el día que me di cuenta de que ese hilo que ataba todo se había cortado. Durante todo el 2005 y el 2006, me hice la sota. Me salió bastante bien. Tanto que hasta yo me lo creí. No te rías.
Era un jueves cualquiera de agosto. No era un jueves cualquiera. Era justo el jueves en que se pasa de principio de mes a fin de mes, cerca del feriado. Fui a trabajar como iba todos los días, masticando bronca de ida porque tenía que sentarme en el mismo escritorio en el que me vengo sentando desde que aprendí a trabajar. No recuerdo que estaba haciendo cuando porque sí, pensé que si no salía de ahí, iba a tener un ACV. Lo pensé con tanta fuerza que cuando salí de trabajar -corriendo, como siempre- y llegué a lo de H, se lo dije y la asusté.

No sabés cómo empezó el 2007. Las muertes, las caídas, los golpes, las metidas de pata. No sabés lo que sufrieron los chicos, las veces que los vi llorar y desesperarse, mientras los que nos iban a dejar, pasaban sus últimos días internados. Cuando uno se escapó del último bondi a Finisterre, todas las muertes lo acercan un poco más a la suya. Cuando se murió tu padre, las muertes de los padres de tus amigos, te hacen revivir ese momento. Cuando esas muertes afectan a los cuatro o cinco que elegiste en tu vida para que estén con vos, te duelen casi tanto como si te estuviera pasando a vos. Así empezó el año. Una muerte, dos; diferencia de meses. Yo no tenía ganas de pensar hasta ese jueves. Viste cómo me doy cuenta de las cosas: de repente, caen todas las fichas juntas. Ese jueves, me levanté y miré para los costados y no sabía que había hecho en todo este tiempo. Me desesperé. Era como si todo se hubiese llenado de agua. O peor, era pararse en el medio de la misma nada. Nada de todo eso que varias veces pensamos que íbamos a tener hecho a esta altura; las antípodas de todo lo que soñamos.

Nadie entiende, Migue. Nadie entiende si no le pasó. Nadie sabe lo que es intentar cambiar de laburo, una y otra vez, y que todas las puertas se cierren, se traben o ni siquiera se abran, aún teniendo quién lo haga.
El día que te das cuenta de lo que querés hacer para siempre, no podés dejar de hacerlo. Eso me pasó a mí pero fue lo menos grave porque yo hacía rato que sabía lo que quería/quiero hacer y más tarde o más temprano, lo voy a conseguir aunque lo conseguido sea póstumo. Es lo de menos.
El problema fue que se hizo evidente que ya no quedaba tanto tiempo para hacer las cosas como antes. Y encontré tantos agujeros. Tantos agujeros tapados con trapos, con papel, con cualquier cosa berreta. Me encontré a mí haciéndome cosas, casi a propósito.
Yo pensé que no sobrevivía al 2007. De verdad. No veía la forma de encauzar las cosas. Asfixia, encierro, jaula, no sé, buscale la imagen que quieras. No había por donde salir. Si alguna vez había pensado que estaba en mi peor momento, bueno... siempre se puede caer un poco más. Y me mantuve calladita mientras pude, viste que me pongo en modo caracolito y no me dan ganas de andar contándole a la gente (que me quiso, que me quiere) cómo estoy pero cuando te quieren bien, cuando te quieren con ganas, se dan cuenta solos. Y hacen lo que pueden, como hacemos todos. Algunos, más; otros, menos pero te abrazan o te dicen que te quieren, que te necesitan y aún a pesar de eso, algunas noches, cuando te vas a dormir, mirás el balcón y decís: "Y si..."
Yo nunca había pensado que iba a mirar el balcón con cariño, te lo juro. Nunca, nunca, en toda mi vida. Vos sabés bien la bronca que me dan los suicidios y ahí estaba yo, con mi bronca y mi desesperación, decidiendo si tirarme por la ventana o meter la cabeza en el horno. Me detuvo la foto de la preciosura porque todo lo que quiero es verla crecer feliz pero no vayas a creer que me detuvieron muchas cosas más.
Me asusté. Todavía me asusto cuando pienso en ese día. Después fue todo llanto. Tres meses de lágrimas, estómago cerrado e insomnio. Leer, escribir, escuchar música. Escuchar música, leer, escribir. Escribir, escuchar música y leer. Nada más. Y la que todo lo puede con los pelos de punta, mis hermanas asustadas, los chicos tratando de estar conmigo todo el tiempo. Todos sostenían. Me sostenían porque me había caído yo, la que nunca se cae, la que se levanta sola, la que se lame las heridas cuando nadie la ve.
A pesar de eso, yo me obligaba a seguir viviendo. Era un esfuerzo, eh, no te creas. No había forma de dibujarla porque la angustia subía y subía y parecía que lo tomaba todo. Y cuando lo tomaba todo, aparecía la culpa y los planteos y una tonelada de mierda escondida debajo de la alfombra que nadie entiende, Migue. Nadie entiende por qué te sentís así y creen que estás dando lástima, que te ayuda que te compadezcan, que te miren con piedad, como si además de que te sentís como el culo, tu imagen reflejada en los ojos de los demás te ayudara. Y yo pensé que esta vez no me iba a levantar. Esta vez, pensé que me caía para siempre pero cada vez eran más los que me sostenían: Ceci, Mariela, Gucci, Dani y Agus, Lucas, Julia, mi amigo Walter, Fernando con sus mails, Elías invitándome al cine, Julieta obligándome a ir a una reunión en dónde me emborraché como hacía años que no me emborrachaba, NN con su conversación, Darío preguntándome todos los días cómo andaba y ofreciéndome una mano a cambio de brownies de chocolate y H con sus preguntas y la que todo lo puede con su virgencita y los chicos y mis hermanas y un día no pude más que mejorar un poco poquito, chiquito, casi nada pero algo. Te lo cuento y me da cosa porque yo sentía que nadie me quería. Qué idiota.

No pude solucionar nada, todavía. El laburo es el mismo. A veces, me siento horrible, horrenda, como el orto, mal, con ganas de llorar a los gritos. Camino como una condenada por la ciudad con los auriculares clavados en las orejas pero estoy bastante mejor. Ahora sé que me caí y que me levanté aunque haya sospechado que no podía sostenerme; y que no es fácil pero quién dijo que lo sería.
El resto es todo papel maché. Cosmética. Seguro querés saber por qué lo escribo acá. Seguro te preguntás a quién le importa si la pasé como el orto o si mi vida es un carnaval. Bueno, importarle, no le importa a nadie más que a mí y a esos que te dije que me quieren.
Escribo acá porque esto es un diario y porque los que están alrededor mío ya lo saben, así que, no se los puedo contar. En algún punto, escribo acá, esta vez y todas las veces, porque acá soy yo y no me importa si los que leen se cagan de risa, si me tienen lástima, si piensan que tengo demasiado tiempo libre, si creen que los envidio, que escribo como el reverendo orto o que estoy inventando toda una historia para conmoverlos. En el más perfecto francés: me la soban en barra, todos y cada uno de esos. Con el 2007 que tuve, te imaginarás que me importa nada la idea que puedan hacerse de mí, los que nunca me van a conocer.
Si me expongo demasiado, si el morbo de los demás se siente satisfecho, si dicen que me puse sensiblera,si me ponen de ejemplo en algún artículo serio y periodístico sobre la imbecilidad de los blogs femeninos y sus cuitas privadas, y no sé cuántos argumentos sesudos más, puras giladas, Migue. Si parezco un carlitos, si creen que lo que necesito es una buena sacudida en horizontal, qué importa. Qué saben ellos, Miguel. Quién de todos esos puede levantar la mano y decir que nunca, nunca, nunca se sintió mal y necesitó una palmada en la espalda, un beso, un abrazo, una caricia. Si hay uno solo que pueda asegurar que nunca lo necesitó, pues, somos afortunados. Gracias a Dios, a los ángeles y a Victor Sueiro, no lo conocemos. Y si hay suerte, seguiremos sin conocerlos, como hasta ahora.
Pero, ¿sabés qué? Puede que haya alguien, uno solo y perdido, que justo un día como hoy, se sienta sin salida, sin aliento, insomne, desesperado, mal o nunca querido, golpeado, caído, igual, igual a como me sentí yo ese día. Y lee esto y mira alrededor y se da cuenta de que hay gente sosteniéndolo. Uno, dos, tres, mil. Por ese solo, escribirte valió la pena, Migue.
Si a vos te dijeran que un movimiento pavo tuyo le puede mejorar el día a alguien, ¿no lo harías? Somos una trama. Cuando una fibra se mueve, a las otras, no les queda más remedio que moverse. Yo creo en eso. Viste como soy. A pesar de toda esta vida que nos tocó, de tanta gente, de todos estos años tan torcidos y mal caminados, todavía tengo un poco (chiquito, mínimo, amarrete) de fé en el género humano.

¿Que me ponga a escribir un manual de autoayuda?
Si me va a dejar tiempo para escribir lo que quiero y me va a dar plata para pagar el alquiler, no hay problema. Los mercenarios somos así. =)

It's something unpredictable, but in the end it's right.
I hope you had the time of your life.

Vamos palante, Migue. No nacimos para recular. Y lo que no nos ha matado, sólo nos ha hecho más fuertes.
Ya nos veremos. Pero, por ahora, no.

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