Las cosas no van bien. No van bien. Ni adentro de mi cabeza ni afuera. Te escribo hoy, a esta hora que debería ser temprano para lo usual con el cuerpo todavía temblando. Me despertó una pesadilla. Una pesadilla de esas tan vívidas, como las que a veces tengo. Las que me avisan.
Y no importa quiénes estaban en la pesadilla. Importa lo que yo veía, lo que escuchaba, lo que sentía. Importa eso que siento que dice que estoy haciendo todo mal, otra vez. Y que las cosas no van bien y que si no me alejo un poco, (porque vos viste como soy, si estoy cerca, estoy tan cerca y encima estoy cerca pero bien -o por lo menos, lo bien que me parecen a mí que se hacen las cosas bien-, y si estoy lejos estoy tan lejos), todo va a terminar mal. Mal para mí, nomás.
No hablo del fin del mundo ni de nada parecido. Hablo de sentir otra vez, la misma frustración de siempre. De las malas elecciones, de los pocos límites, de otra vez siempre lo mismo y terminar esta vez, sí, cerrando la puerta a todo. Hasta a esta correspondencia, porque hasta yo me canso de mí.
Y ya no me queda mucha paciencia y no tengo tiempo para equivocarme de nuevo.
Yo sé que vos me vas a entender: es igual que no poder confiar en nadie. Aunque vos quieras. Aunque sea lo que más queres. Es buscar en quién confiar y no encontrar a nadie, pero no porque no haya, sino porque te retan, porque te dicen como son los que vas encontrando, porque te quieren o porque te detestan. La vida de los otros, la mía, a veces, desde afuera parece tan fácil, Miguel.
Estoy cansada. Muy. Y no sé si estoy a un paso de la locura total - a veces, parece que me imagino cosas que no pasan; otras veces, soy un mostro que le da mucho miedo a todo el mundo. Hoy me dijero eso: Si ya sabes que les das miedo a todos. Justo yo, qué mal me debo dar a conocer- o a un paso de desaparecer por completo de todos lados.
Qué soñé? Una idiotez. Lo peor no era lo que pasaba, que seguramente sea lo que está pasando, no sé por qué, algo me dice que es así y ya aprendí a confiar en mi intuición, sino que yo estaba ahí y a nadie le importaba. Pero lo peor más peor, es que cuando me desperté, supe que justo eso era cierto. A nadie le importa. Y eso es algo que no te podés olvidar, cuando a nadie le importó muchas veces lo que te estaba pasando o lo que estabas diciendo o la manera idiota que tenés de exponerte, casi como si estuvieras desnudo. Imaginatelo: vos estás en un lugar cualquiera. Una casa que tiene dos pisos y no sabés bien por qué terminás atrás de una cortina. Y escuchás lo que pasa en el piso de abajo. Sabes quiénes son. Al menos, sabés quién es uno de los dos que se escuchan. Y vos estás ahí arriba, atrás de una cortina, casi desnudo.
Es un sueño para asustarse mucho, porque es uno de esos que dice que te están señalando todas las cosas y no las querés ver.
Y yo veo todas las señales y sin embargo, no puedo dejar de hacer lo que hago. Y ya ni siquiera sé para qué lo hago. Ni por qué. Ni por quién.
Igual, claro. Es un sueño. Reelaboraciones de la información que recopilaste en la memoria a lo largo del día o el día anterior. Es un sueño, no pasa nada.
Mañana, cuando me despierte de nuevo, con la garganta inflamada y el cuerpo todo golpeado, voy a poner mi mejor cara, me voy a hacer la graciosa, la ortiba, esos disfraces que yo me pongo y va a estar todo bien. Tan bien como hasta ahora que va todo tan mal.
Las cosas van mal. Y si no hago algo al respecto, pronto, todavía pueden ir peor. Una vez más, tengo que desaparecer. O conseguir alguna aleación que me separe del resto de mundo.
Y sí, estoy re moneda. Qué me importa, que me importa si soy moneda. ¿Cuántas veces me tocó a mí, escuchar el monedismo de otro y escucharlo con atención? ¿A quién estoy jodiendo? A nadie. Me siento mal. Me siento MAL. Me siento esperando un montón de cosas que no van a pasar. Y quiero que termine todo esto de una vez.
Que termine todo y pasar a lo siguiente, sea lo que sea. Aunque sea una porquería. Pero que sea una porquería distinta y no la misma porquería que ya conozco.
Eso.
Vos no te das una idea de lo que te extraño hoy, Miguel.
Y no importa quiénes estaban en la pesadilla. Importa lo que yo veía, lo que escuchaba, lo que sentía. Importa eso que siento que dice que estoy haciendo todo mal, otra vez. Y que las cosas no van bien y que si no me alejo un poco, (porque vos viste como soy, si estoy cerca, estoy tan cerca y encima estoy cerca pero bien -o por lo menos, lo bien que me parecen a mí que se hacen las cosas bien-, y si estoy lejos estoy tan lejos), todo va a terminar mal. Mal para mí, nomás.
No hablo del fin del mundo ni de nada parecido. Hablo de sentir otra vez, la misma frustración de siempre. De las malas elecciones, de los pocos límites, de otra vez siempre lo mismo y terminar esta vez, sí, cerrando la puerta a todo. Hasta a esta correspondencia, porque hasta yo me canso de mí.
Y ya no me queda mucha paciencia y no tengo tiempo para equivocarme de nuevo.
Yo sé que vos me vas a entender: es igual que no poder confiar en nadie. Aunque vos quieras. Aunque sea lo que más queres. Es buscar en quién confiar y no encontrar a nadie, pero no porque no haya, sino porque te retan, porque te dicen como son los que vas encontrando, porque te quieren o porque te detestan. La vida de los otros, la mía, a veces, desde afuera parece tan fácil, Miguel.
Estoy cansada. Muy. Y no sé si estoy a un paso de la locura total - a veces, parece que me imagino cosas que no pasan; otras veces, soy un mostro que le da mucho miedo a todo el mundo. Hoy me dijero eso: Si ya sabes que les das miedo a todos. Justo yo, qué mal me debo dar a conocer- o a un paso de desaparecer por completo de todos lados.
Qué soñé? Una idiotez. Lo peor no era lo que pasaba, que seguramente sea lo que está pasando, no sé por qué, algo me dice que es así y ya aprendí a confiar en mi intuición, sino que yo estaba ahí y a nadie le importaba. Pero lo peor más peor, es que cuando me desperté, supe que justo eso era cierto. A nadie le importa. Y eso es algo que no te podés olvidar, cuando a nadie le importó muchas veces lo que te estaba pasando o lo que estabas diciendo o la manera idiota que tenés de exponerte, casi como si estuvieras desnudo. Imaginatelo: vos estás en un lugar cualquiera. Una casa que tiene dos pisos y no sabés bien por qué terminás atrás de una cortina. Y escuchás lo que pasa en el piso de abajo. Sabes quiénes son. Al menos, sabés quién es uno de los dos que se escuchan. Y vos estás ahí arriba, atrás de una cortina, casi desnudo.
Es un sueño para asustarse mucho, porque es uno de esos que dice que te están señalando todas las cosas y no las querés ver.
Y yo veo todas las señales y sin embargo, no puedo dejar de hacer lo que hago. Y ya ni siquiera sé para qué lo hago. Ni por qué. Ni por quién.
Igual, claro. Es un sueño. Reelaboraciones de la información que recopilaste en la memoria a lo largo del día o el día anterior. Es un sueño, no pasa nada.
Mañana, cuando me despierte de nuevo, con la garganta inflamada y el cuerpo todo golpeado, voy a poner mi mejor cara, me voy a hacer la graciosa, la ortiba, esos disfraces que yo me pongo y va a estar todo bien. Tan bien como hasta ahora que va todo tan mal.
Las cosas van mal. Y si no hago algo al respecto, pronto, todavía pueden ir peor. Una vez más, tengo que desaparecer. O conseguir alguna aleación que me separe del resto de mundo.
Y sí, estoy re moneda. Qué me importa, que me importa si soy moneda. ¿Cuántas veces me tocó a mí, escuchar el monedismo de otro y escucharlo con atención? ¿A quién estoy jodiendo? A nadie. Me siento mal. Me siento MAL. Me siento esperando un montón de cosas que no van a pasar. Y quiero que termine todo esto de una vez.
Que termine todo y pasar a lo siguiente, sea lo que sea. Aunque sea una porquería. Pero que sea una porquería distinta y no la misma porquería que ya conozco.
Eso.
Vos no te das una idea de lo que te extraño hoy, Miguel.
1 comentario:
Leyendo esto hoy tengo la sensación de que no te puedo decir nada. O por lo menos nada diferente a lo que te puedan decir los demás, pero no quería dejar de pasar por acá. Por lo menos sos conciente de que, si bien puede ser otra porquería, hay algo más. Dejá la puerta abierta, porque capaz no lo ves.
Te mando un abrazo de oso.
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