jueves, 8 de mayo de 2008

Espejo

Que no sos lo que querés, ya lo sabés. Pero que con lo que pudiste hacer, estás conforme, no lo dejás pasar.
Que la mayoría del tiempo intentás no dar pena y que a veces, les hacés creer a todos que tenés la espalda más ancha y más fuerte y que si te pegan, no te duele.
Que no llevabas la cuenta de todo el tiempo que había pasado desde la última vez que te trataron con suavidad, con cariño. Y que te habías olvidado cómo se sentía eso. Y ahora, que te volvió el recuerdo, comparás y comparás para atrás, porque no te perdonás las metidas de pata y al mismo tiempo, estás cada minuto midiendo lo que hacés y decís, para no meter la pata, de nuevo. Esto no es vida, así, che.
Que aguantas casi todo, con ironía y haciendo chistes.
Que tenés miedo pero no se te nota.
Que hay días, como hoy, en donde todo se tiñe de un color amargo, más amargo que tu humor al despertarte.
Que la mayoría del tiempo, te obligás a decidir, a querer, a comer, a pensar, a dormir, a vivir.
Que te guardás más de lo que deberías.
Que en estos días, como hoy, como ayer, te sentís sola, fané y descangallada.
Te da miedo la gente. No te dan miedo las personas. Pero las personas son difíciles de conocer y vos lo sabés bien, porque sos la primera que no se deja conocer, nunca, del todo.
Te viste unas canas nuevas. Alguna arruga. Te sacudiste un poco el culo y lo notaste caído. Suspiraste.
Sabes que mañana te vas a levantar, porque siempre te levantaste, y vas a hacer todo lo planeado durante el día. Cumplís con tus obligaciones, siempre. Con tu palabra, casi siempre.
Te duele el cuerpo pero es un dolor tan antiguo que ya no podés decir exactamente dónde te duele y ni siquiera estás segura de que sea el cuerpo lo que te duele.
Pensás en cuánto tiempo falta para que termine la tristeza porque un día tiene que terminar.
Te acordás de Styron: "Mi malsana tristeza, una marea tóxica e inenarrable, una forma de tormento, un trance de malestar supremo, el desvalido estupor, la vejación del insomnio, una forma de repudio derivado del autoaborrecimiento (distintivo señero de la depresión), ese lóbrego y tenebroso talante del color del verdín, el cataclismo inmediato que conmovía mi ser, la voz de la depresión, mi asedio, la espiral descendente, inmensa y dolorida soledad, una tormenta de tinieblas, gris llovizna de horror, la muerte soplando sobre mí en frías ráfagas, la desolación, el horror como una niebla compacta y venenosa. Se ha desvanecido cualquier sentimiento de esperanza, toda idea de futuro, es la desesperación lo que apabulla mi alma, una situación de herido ambulante que vive pegado a su lecho de clavos dondequiera que vaya, moviéndose de tortura en tortura, ordalías indistinguibles de nebuloso horror, este suplicio sin fondo, un simulacro de todo el mal de nuestro mundo, la desesperación más allá de la desesperación." Y pensás que estás mejor que antes, pero cuando te toca un día como hoy, te pegás tal julepe, que no sabés para dónde correr porque no podés volver diez meses para atrás. No querés. No debés.
Mañana se te va a pasar, porque siempre se te pasa y si no se te pasa, lo sabés, lo vas a esconder atrás de una ropa de payaso, de unas capas de maquillaje, del flequillo, porque vos no das lástima, al menos, no das lástima adrede. No sacás provecho de ella. Vos no sos moneda.
No pedís. A veces, das más de lo que deberías. Y de lo que otros quieren o necesitan. A lo mejor, es hora de empezar a pedir. A los gritos o como te salga. Empezá.
Escuchaste todo lo que te dijeron hoy y ayer y antes de ayer y antes de antes de ayer. A veces, escuchás demasiado. No deberías prestar tanta atención pero tenés algún instrumento descalibrado en la cabeza y todo pasa, todo se queda grabado. Format C.
No sabés lo que querés. No tenés proyecto a largo plazo. Caminas día a día y los días pasan, uno atrás del otro, rápido, cada vez más rápido.
Estuviste triste. Probablemente, algunos otros días, estés triste y nadie lo note, salvo los que estén muy atentos, que ya sabés, son pocos. Porque sos así. Andás con eso de que cada uno tiene lo suyo y para que sumar lo de otro. Y se los aplicás a todos, menos a vos.
Y estás cansada, porque vos, algunos días, estás muy cansada. No parece pero estás muy cansada. No se sabe bien por qué ni de qué.
Y necesitás, como cualquiera, que te digan cosas lindas y que te traten bien; que te digan un piropo o que te extrañan o que te quieren o que les gusta estar con vos; que sos divertida y buena y muy inteligente y hermosa; que te lo digan aunque sea mentira, que te convenzan, que te lo hagan creer tan bien, que te asombres de creerlo y te dé risa. Que sos una mala torpe, una mala de sitcom. Una maldita, como tantas otras, adorable. Y que eso también te provoque risa.
Y que de tanto reírte, te duela la cara, la panza, los brazos, las piernas, como cuando te hacían cosquillas.
Te vas a dormir con la tripa hecha un nudo. Pero pasará, ya pasará. No sabés cómo. No sabés quién. Siempre que te vas a caer, alguien te sostiene. Será jueves todo el día. Vas a sobrevivir, ya sabés.
No sos la única, che. Hay millones de personas, en este mismo momento, que se sienten como vos.
Andate a dormir. Mañana será otro día y hay que afrontarlo con alegría.
De dónde la vas a sacar, quién lo sabe.
Pero, nadie sabe nada, nunca. Y vos, menos.
Que sueñes con los angelitos, menos, con este diablito.
Todo eso te dijo el espejo, esta noche, little speedyhead.



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