jueves, 6 de marzo de 2008

Yo, mi, me

Es tan fácil para ustedes cambiar, dijo NN o dijo algo parecido que se entendía así.
Y sí, es fácil. O mejor, es fácil cambiar cuando el cambio empezó hace mucho y termina cuando salís de la peluquería.
Una boludez. ¿Quién puede pensar seriamente en que un cambio puede terminar a la salida de la peluquería? Puede pensarlo cualquiera que dejó veinte centímetros de pelo en el piso y que pasó de tener el pelo por debajo del codo para pasar a tenerlo tres dedos arriba de la base del cuello. Yo puedo decirlo. Y puedo decirlo porque desde agosto07 hasta el mismísimo día de hoy pasaron tantas cosas buenas y malas -más malas que buenas- que es imposible seguir igual. Porque todo todito todo, se dio vuelta, se desordenó, se salió de su lugar y recién ahora, unos cuantos meses y litros de lágrimas después, se va acomodando. No está todo bien. Nunca está todo bien. Está mejor. Es un gran avance. Está mejor e irá mejorando, de a poco poquito, como todo este tiempo, porque uno ya no tiene veinte años, porque le cuestan los cambios, porque se adapta lento, porque se frustra fácil, porque, vamos, uno es lo que es y no puede dejar de serlo. Lo mejor es tenerlo claro. Vamos a seguir metiendo la pata. A lo mejor, el rato éste que nos toca estar acá, es eso: una sucesión de metidas de pata, una detrás de otra y cada tanto, acertar, acertarle a la cosa más chiquita, a la más insignificante, pero acertar. Porque uno no puede andar cargando con capas y capas de piel, como la cebolla. No. Uno anda despellejándose por ahí y a veces, justo donde todavía la piel de abajo no está en condiciones, despellejarse duele y duele mucho. Y cuando ya sabés que te va a doler, te da miedo. Y cuando uno tiene miedo, se queda quieto. Por lo menos, así me pasa. Y tuve miedo de todo. De absolutamente todo. En todos los ámbitos. Y el miedo es muy jodido porque se te caga de risa en la cara y te prende todas las alarmas y te dice "ok, esto te va a doler"; "ok, esto te va a asustar". Y por más esfuerzo que uno haga, por más que no quiera tener miedo, lo tiene. Igual, te duele; igual, te asusta.
Pero llega un día que uno tiene tanto miedo que ya no tiene miedo. Se acostumbró tanto a sentir la taquicardía y a respirar rápido y a cerrar los ojos, esperando el golpe, que ya no lo siente. Y ahí respira mejor. Respirás mejor. Y ahí, se tranquiliza el ritmo cardíaco. Te tranquilizás. Y se abren los ojos. Abrís los ojos y mirás.
Ok, no podés dejar de ser como sos. Ok. Pero, ¿por qué pensás que sos siempre igual? Nunca sos igual. No sos igual todo el tiempo. Yo no soy la misma, ni siquiera durante todo el día y no hablemos de las hormonas y de la humedad y del puto riñón que me falta. Hablemos de un día cualquiera. Del día de hoy, que empezó con el pelo llegándome al codo y terminó a tres dedos de la base de mi cuello. Y eso es sólo un ejemplo, por no decir la cantidad de veces que en las mismas veinticuatro horas me sale el carlitos de adentro y la nena y la empleada pública y la puta y la Madre Teresa. Imaginate ocho meses más tarde. Imaginate que cambiás de sensaciones y de sentimientos, de cuerpo, de ropa, de pelo. Ocho meses después, sos la misma y sos otra. Soy la misma y soy otra.
Hoy me miré al espejo, después de muchos meses. Hoy me miré al espejo y me puse contenta. Hoy me miré al espejo y me gusté. No suele pasarme. Pasó hoy. Y me encanté. Y recordé que, alguna vez, estuve encantada de mí y conmigo. Me enamoré de mí como los del comercial de 7up.
Hoy me ví de nuevo. Como cuando ves a esos novios que hace mil años que no ves y decís "mirá qué lindo", así, igual. Cuando te das cuenta que sos todos los libros que leíste y todas las películas que viste y la gente que te quiso bien, y también la que te quiso mal y la banda que más te gusta y todos los demás discos que escuchaste. Sos igual. Sos ese contenedor.
Y yo soy todos mis libros leídos, todas mis películas vistas, los que me quisieron bien y los que me quisieron tan mal; todos los que me ayudaron y todos los que no quisieron o pudieron hacerlo; los que me conocen bien y los que se quedaron sólo con lo que vieron y R.E.M. y Lars y Wes Anderson y Love actually y Cuando Harry conoció a Sally y Los Tenenbaum y la loca de Beth y las canciones de la pobre Selma y Nick Cave y Nirvana y Café Tacuba y Los Redondos y Soda Stereo -con sólo cambiar de zapatillas- y todos mis discos. Soy esa. Y soy otra. Y cuando nadie me ve, soy una llorona que no se la banca, una fanática de la melancolía y una estrella de rock que salta por toda la casa bailando y cantando, pero cuando me ven, soy la consentida de la que todo lo puede, la tía de la preciosura, la hermana mayor, la amiga de mis amigos, la que juega con el que juega y pasan los días jugando, la que busca laburo sin respiro, la que reza, la que canta y tantas otras. Todo eso junto y mezclado y revuelto, con altas dosis de humor negro y dramatismo, mucho látigo (narcisa, ególatra, idiota, histérica, frígida, rígida, torpe, ignorante) y mucho remo (no importa, no importa, todavía aguanto un poco más). Más encanto que belleza y si me dejás escribir, te conquisto el mundo o te lo invento y te lo hago creer o te lo cuento y vos te ves ahí, en el reflejo. O hago el intento. A veces, me sale bien. Es lo que más me gusta hacer. Lo que más me gusta hacer entre todas las cosas que se pueden hacer en el mundo.
No está todo bien. Las cosas no cambiaron casi nada. Aún siendo yo, soy otra. No se arregló nada. Todavía no se arregló nada pero hoy me ví en el espejo y me gusté mucho. Y me puse contenta por mí y por los que vienen conmigo, los que quedaron después de estos meses porque ellos me veían pero yo no. Y hoy me ví. Y ya no tengo miedo. Porque me cansé de tener miedo.
Supernatural, superserious.
Vos, ¿qué ves en el espejo? Vos. ¿Qué ves cuándo te ves en tu espejo?


3 comentarios:

Cassandra Cross dijo...

... yo? Por primera vez en años, me veo. A mí misma.

Anoche, cosa loca, soñé que me miraba en un espejo y me veía hermosa, como creo que me veía a los dieciocho (considero esa etapa mi etapa más bella, físicamente hablando). Me levanté, buscando ese reflejo, y después de muchos años me di cuenta que el reflejo que veía a mis dieciocho viene a repetirse ahora, más cerca de los treinta que de los veinte.

Todavía estoy tratando de procesar todo lo que esa imagen de hoy (de ayer, de hace un par de semanas, desde el año pasado hasta acá) intenta transmitirme, desde estos ojos que ya no están más abatidos, ni tristes.

Este post me dejó ebria de esperanza, me gustó mucho! Gracias!

Anónimo dijo...

Yo veo una desquiciada que no concibe la vida sin aventuras. Todo como en una de Indiana Jones, pero en la ciudad. A veces veo pedacitos de mis amigos mas queridos, entre ellos a vos =)

Vontrier dijo...

Tarde pero seguro, acá van los saludos y agradecimientos.

Cass:
Qué suerte que le quedó esa sensación. Me alegra.
Abrazo.

Anónimo:
Muchas gracias. No sé más que decir porque... no sé quién sos.
Igual gracias por comentar y por incluirme entre tus amigos queridos.
=)

Salú.
V.