Viste, Migue, ese lugar común que dicen las viejas, cuando se muere alguno? Ese que dice que si se te mueren los padres, sos huérfano pero que si se te muere un hijo, no hay nombre que te defina?
Hace unos días, vengo pensando, que es lo mismo cuando se te muere un hermano o un amigo. No hay forma de definir en qué te convertís cuando uno que camina al lado tuyo, que jugó a tus juegos, que bailó a tu ritmo, vamos, que vivió con vos, se muere.
Esa muerte nunca suma nada. Vos no sabés, porque todos tus amigos están vivos pero cuando se te muere un amigo, lo único que podés sentir es que tu propia muerte está cerca o que te estás muriendo un poquito. Una mierda, viste? Porque uno siempre piensa que no le va a tocar. Que esas cosas, las cosas trágicas les pasan a los demás. Hasta el día que te toca. Morirte o vivir. Morirte o resucitar. Vos sabés que para mí, hermanos y amigos, son más o menos la misma cosa. A lo mejor, porque mis amigos son casi mis hermanos, a lo mejor porque mis hermanas son mis mejores amigas. La cosa es que yo no recuerdo mucho de cuando estuve internada, pero me acuerdo de ellos. De mis amigos y de mis hermanas y de que faltaba poco para Navidad. Y que todos, los siete hermanos/amigos, estuvieron conmigo todos los días. Aún, esos días en que yo no los quería ver. Y lloraban a escondidas y se enojaban con todo el mundo y con nadie, porque esas cosas -un amigo en una cama, un amigo en terapia, un amigo medio vivo, medio muerto, un amigo que sufre- no le tendrían que pasar a uno, que es buena gente, que viene de una familia de laburantes, que tira para adelante. Esas cosas, esas tragedias de todos los días, les tendrían que pasar a otros. Porque no se las merece uno, ni se las merece el amigo/hermano que les puso el cuerpo. Pero no tenés con quién agarrártela. No tenés a quién echarle la culpa de lo que pasa. Porque pasa cuando no te lo esperas, como cuando te agarra una ola revoltosa en el mar, mientras te estás volviendo a la playa, y te deja patas para arriba y con el culo al aire.
Algunos zafan, a veces. Algunos se recuperan. Otros, no. Otros se van.
No sé. Pienso en esto porque hoy leí a un pibe que está enojado porque se murió un amigo, un conocido que quería mucho, a lo mejor y está indignado.
Y yo pensé que no es para menos. Porque habiendo tanta gente que se tendría morir, tanta gente de mierda en todo el conchudo mundo, parece que siempre se mueren los buenos, viste.
Como si fuera un castigo. ¿De quién? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Para qué? Todas preguntas que nunca tienen respuesta. Y no hay consuelo. Y el consuelo no alcanza.
Porque no sabés en qué te convertís cuando se te muere un amigo o un hermano. Y aunque, en algún momento lo sepas, no te alcanza.
Eso nomás. Ya sabés.
You turn all over. It pains me. Please just leave it.
Hace unos días, vengo pensando, que es lo mismo cuando se te muere un hermano o un amigo. No hay forma de definir en qué te convertís cuando uno que camina al lado tuyo, que jugó a tus juegos, que bailó a tu ritmo, vamos, que vivió con vos, se muere.
Esa muerte nunca suma nada. Vos no sabés, porque todos tus amigos están vivos pero cuando se te muere un amigo, lo único que podés sentir es que tu propia muerte está cerca o que te estás muriendo un poquito. Una mierda, viste? Porque uno siempre piensa que no le va a tocar. Que esas cosas, las cosas trágicas les pasan a los demás. Hasta el día que te toca. Morirte o vivir. Morirte o resucitar. Vos sabés que para mí, hermanos y amigos, son más o menos la misma cosa. A lo mejor, porque mis amigos son casi mis hermanos, a lo mejor porque mis hermanas son mis mejores amigas. La cosa es que yo no recuerdo mucho de cuando estuve internada, pero me acuerdo de ellos. De mis amigos y de mis hermanas y de que faltaba poco para Navidad. Y que todos, los siete hermanos/amigos, estuvieron conmigo todos los días. Aún, esos días en que yo no los quería ver. Y lloraban a escondidas y se enojaban con todo el mundo y con nadie, porque esas cosas -un amigo en una cama, un amigo en terapia, un amigo medio vivo, medio muerto, un amigo que sufre- no le tendrían que pasar a uno, que es buena gente, que viene de una familia de laburantes, que tira para adelante. Esas cosas, esas tragedias de todos los días, les tendrían que pasar a otros. Porque no se las merece uno, ni se las merece el amigo/hermano que les puso el cuerpo. Pero no tenés con quién agarrártela. No tenés a quién echarle la culpa de lo que pasa. Porque pasa cuando no te lo esperas, como cuando te agarra una ola revoltosa en el mar, mientras te estás volviendo a la playa, y te deja patas para arriba y con el culo al aire.
Algunos zafan, a veces. Algunos se recuperan. Otros, no. Otros se van.
No sé. Pienso en esto porque hoy leí a un pibe que está enojado porque se murió un amigo, un conocido que quería mucho, a lo mejor y está indignado.
Y yo pensé que no es para menos. Porque habiendo tanta gente que se tendría morir, tanta gente de mierda en todo el conchudo mundo, parece que siempre se mueren los buenos, viste.
Como si fuera un castigo. ¿De quién? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Para qué? Todas preguntas que nunca tienen respuesta. Y no hay consuelo. Y el consuelo no alcanza.
Porque no sabés en qué te convertís cuando se te muere un amigo o un hermano. Y aunque, en algún momento lo sepas, no te alcanza.
Eso nomás. Ya sabés.
You turn all over. It pains me. Please just leave it.
No hay comentarios:
Publicar un comentario