Lo de siempre, Migue, lo de siempre. Los otros y yo; yo y los otros. Pero esta vez, las otras. Qué complicación. Qué complicación interactuar. Perras, dirías, se ladran, se muestran los dientes, se huelen y se vuelven a mirar. Algo así. Algo así, Migue. Qué tristeza me da, a veces. Con lo que cuesta todo por acá.
Estos días no son buenos porque no llegan las definiciones y siempre me patean diez días para adelante y la tripa se me hace un nudo. Y no quiero pensar y cuando no quiero pensar, ya sabés, me meto en cualquier lado, porque si pienso, porque si me pongo a pensar es todo peor y ya estoy cansada hasta yo, de mí. Y entonces, entro a un lugar cualquiera, en cualquier dimensión de la vida, que es siempre virtual, porque la realidad quién saben bien qué es y me hago la payasa, me paso de densa, ya sabés. Ya sabés como soy cuando no quiero pensar; digo guarangadas y puteo y peleo siempre de mentira porque no sé pelear de verdad y a veces, me paso de lista pero en general, sin generar mayores desastres. Y me voy cambiando de disfraz: el carlito, la madre superiora, la que no entiende, la que entiende pero hace de cuenta que no, la que juega con las palabras. La que se calla la boca porque no tiene experiencia como madre y todavía se comporta como hija adolescente. La que está silbando y mirando para cualquier lado y de repente percibe esa cosita de mujeres y primero lo toma a risa, y después ya no le causa gracia y más tarde cuenta hasta mil, y en el momento menos oportuno, reacciona.
Tengo la paciencia corta, estos días, Migue. Y a veces, estoy muy cansada de todo. Y a veces, no me dan ganas de levantarme de la cama. Y a veces, me duelen los ovarios o me siento una "chica Dickens", jé. Y yo sé que nadie tiene la culpa, ni nadie tiene la obligación de soportarme. Pero también sé que yo no le saco nada a nadie, nunca. Y que intento zafarla como puedo, ni siquiera como quiero. Y que estoy cansada de chocar porque el molde me queda chingado.
Igual, está todo bien y no importa. El mundo está lleno de chingados.
Extraño a R mucho más de lo que pensé. Y K está llena de trabajo, pobre. Mis amigas, mis hermanas, mi preciosura, la que todo lo puede, mis compañeras de trabajo. El mujerío rondante de mi vida que no hace esas cosas de perras, como dirías vos.
Que no llaman la atención a los gritos, ni están tan arriba que parecen una manifestación de sopranos cantando la marcha peronista en la puerta de mi depto. Pero ellas, como yo, debemos ser las anormales; las que vamos a sacarles algo a las otras, como si alguna de todas nosotras -las otras, las mías y yo- fuésemos dueñas de algo.
Que ganas de ser hombre, me dan a veces, Migue. Porque si lo fuera, al menos, tendría motivos para no entenderlas y que no me entiendan, no?
Te escribo pronto. Cuando se apague el incendio.
Estos días no son buenos porque no llegan las definiciones y siempre me patean diez días para adelante y la tripa se me hace un nudo. Y no quiero pensar y cuando no quiero pensar, ya sabés, me meto en cualquier lado, porque si pienso, porque si me pongo a pensar es todo peor y ya estoy cansada hasta yo, de mí. Y entonces, entro a un lugar cualquiera, en cualquier dimensión de la vida, que es siempre virtual, porque la realidad quién saben bien qué es y me hago la payasa, me paso de densa, ya sabés. Ya sabés como soy cuando no quiero pensar; digo guarangadas y puteo y peleo siempre de mentira porque no sé pelear de verdad y a veces, me paso de lista pero en general, sin generar mayores desastres. Y me voy cambiando de disfraz: el carlito, la madre superiora, la que no entiende, la que entiende pero hace de cuenta que no, la que juega con las palabras. La que se calla la boca porque no tiene experiencia como madre y todavía se comporta como hija adolescente. La que está silbando y mirando para cualquier lado y de repente percibe esa cosita de mujeres y primero lo toma a risa, y después ya no le causa gracia y más tarde cuenta hasta mil, y en el momento menos oportuno, reacciona.
Tengo la paciencia corta, estos días, Migue. Y a veces, estoy muy cansada de todo. Y a veces, no me dan ganas de levantarme de la cama. Y a veces, me duelen los ovarios o me siento una "chica Dickens", jé. Y yo sé que nadie tiene la culpa, ni nadie tiene la obligación de soportarme. Pero también sé que yo no le saco nada a nadie, nunca. Y que intento zafarla como puedo, ni siquiera como quiero. Y que estoy cansada de chocar porque el molde me queda chingado.
Igual, está todo bien y no importa. El mundo está lleno de chingados.
Extraño a R mucho más de lo que pensé. Y K está llena de trabajo, pobre. Mis amigas, mis hermanas, mi preciosura, la que todo lo puede, mis compañeras de trabajo. El mujerío rondante de mi vida que no hace esas cosas de perras, como dirías vos.
Que no llaman la atención a los gritos, ni están tan arriba que parecen una manifestación de sopranos cantando la marcha peronista en la puerta de mi depto. Pero ellas, como yo, debemos ser las anormales; las que vamos a sacarles algo a las otras, como si alguna de todas nosotras -las otras, las mías y yo- fuésemos dueñas de algo.
Que ganas de ser hombre, me dan a veces, Migue. Porque si lo fuera, al menos, tendría motivos para no entenderlas y que no me entiendan, no?
Te escribo pronto. Cuando se apague el incendio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario