lunes, 31 de marzo de 2008

Caro Michele/20

Viste, Migue, ese lugar común que dicen las viejas, cuando se muere alguno? Ese que dice que si se te mueren los padres, sos huérfano pero que si se te muere un hijo, no hay nombre que te defina?
Hace unos días, vengo pensando, que es lo mismo cuando se te muere un hermano o un amigo. No hay forma de definir en qué te convertís cuando uno que camina al lado tuyo, que jugó a tus juegos, que bailó a tu ritmo, vamos, que vivió con vos, se muere.
Esa muerte nunca suma nada. Vos no sabés, porque todos tus amigos están vivos pero cuando se te muere un amigo, lo único que podés sentir es que tu propia muerte está cerca o que te estás muriendo un poquito. Una mierda, viste? Porque uno siempre piensa que no le va a tocar. Que esas cosas, las cosas trágicas les pasan a los demás. Hasta el día que te toca. Morirte o vivir. Morirte o resucitar. Vos sabés que para mí, hermanos y amigos, son más o menos la misma cosa. A lo mejor, porque mis amigos son casi mis hermanos, a lo mejor porque mis hermanas son mis mejores amigas. La cosa es que yo no recuerdo mucho de cuando estuve internada, pero me acuerdo de ellos. De mis amigos y de mis hermanas y de que faltaba poco para Navidad. Y que todos, los siete hermanos/amigos, estuvieron conmigo todos los días. Aún, esos días en que yo no los quería ver. Y lloraban a escondidas y se enojaban con todo el mundo y con nadie, porque esas cosas -un amigo en una cama, un amigo en terapia, un amigo medio vivo, medio muerto, un amigo que sufre- no le tendrían que pasar a uno, que es buena gente, que viene de una familia de laburantes, que tira para adelante. Esas cosas, esas tragedias de todos los días, les tendrían que pasar a otros. Porque no se las merece uno, ni se las merece el amigo/hermano que les puso el cuerpo. Pero no tenés con quién agarrártela. No tenés a quién echarle la culpa de lo que pasa. Porque pasa cuando no te lo esperas, como cuando te agarra una ola revoltosa en el mar, mientras te estás volviendo a la playa, y te deja patas para arriba y con el culo al aire.
Algunos zafan, a veces. Algunos se recuperan. Otros, no. Otros se van.
No sé. Pienso en esto porque hoy leí a un pibe que está enojado porque se murió un amigo, un conocido que quería mucho, a lo mejor y está indignado.
Y yo pensé que no es para menos. Porque habiendo tanta gente que se tendría morir, tanta gente de mierda en todo el conchudo mundo, parece que siempre se mueren los buenos, viste.
Como si fuera un castigo. ¿De quién? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Para qué? Todas preguntas que nunca tienen respuesta. Y no hay consuelo. Y el consuelo no alcanza.
Porque no sabés en qué te convertís cuando se te muere un amigo o un hermano. Y aunque, en algún momento lo sepas, no te alcanza.
Eso nomás. Ya sabés.
You turn all over. It pains me. Please just leave it.

domingo, 23 de marzo de 2008

Miedo

Tengo miedo. Algunos días tengo miedo, como todos, como cualquiera.
El que diga que nunca tuvo miedo, miente.
Hoy tengo miedo. No sé a qué. No sé por qué. Sí, sé por qué. Tengo el miedo que tiene todo el mundo. Ese miedo anticipatorio, el que viene para decirte "vos sabés". Tener miedo, nunca es una buena señal.
Qué bueno sería que el miedo fuera como en las películas. Nunca tienen miedo antes. Nadie tiene miedo antes de que pase algo, salvo Donnie Darko. Todos los demás, se asustan después.
Pero ya sabemos que esto no es una película, y que en una película nunca tienen miedo antes,porque una vez que terminan de rodarla y de exhibirla, cada uno se vuelve a su casa, entero, sano y salvo.
Y en eso nunca se va a poder comparar esto con una película. Porque si algo sé de mi miedo es que justamente, cuando aparece, no sé si voy a volver a casa entera, sana y salva.
Qué garcha.

viernes, 21 de marzo de 2008

Así

Comes the morning
When I can feel
That there's nothing left to be concealed
Moving on a scene surreal
No, my heart will never
Will never be far from here

Sure as I am breathing
Sure as I'm sad
I'll keep this wisdom in my flesh
I leave here believing more than I had
And there's a reason I'll be
A reason I'll be back

As I walk
The Hemisphere
Got my wish
To up and disappear

I been wounded
I been healed
Now for landing I been
Landing I been cleared

Sure as I'm breathing
Sure as I'm sad
I'll keep this wisdom
In my flesh

I leave here believing
More than I had
This Love has got
No Ceiling

Tu cumpleaños

No sé si vas a ver esto hoy, que es 21 o mañana o pasado o cuando. Pero si alguien merece un post de cumpleaños sos vos.
Feliz, feliz por muchos años, bicho raro, extraño humor.
Y gracias por todo.
Acá, parte de mi regalo: mi beatle favorito y la canción que más me gusta.
Feliz, feliz en tu día.

jueves, 20 de marzo de 2008

Caro Michele/19

Lo de siempre, Migue, lo de siempre. Los otros y yo; yo y los otros. Pero esta vez, las otras. Qué complicación. Qué complicación interactuar. Perras, dirías, se ladran, se muestran los dientes, se huelen y se vuelven a mirar. Algo así. Algo así, Migue. Qué tristeza me da, a veces. Con lo que cuesta todo por acá.
Estos días no son buenos porque no llegan las definiciones y siempre me patean diez días para adelante y la tripa se me hace un nudo. Y no quiero pensar y cuando no quiero pensar, ya sabés, me meto en cualquier lado, porque si pienso, porque si me pongo a pensar es todo peor y ya estoy cansada hasta yo, de mí. Y entonces, entro a un lugar cualquiera, en cualquier dimensión de la vida, que es siempre virtual, porque la realidad quién saben bien qué es y me hago la payasa, me paso de densa, ya sabés. Ya sabés como soy cuando no quiero pensar; digo guarangadas y puteo y peleo siempre de mentira porque no sé pelear de verdad y a veces, me paso de lista pero en general, sin generar mayores desastres. Y me voy cambiando de disfraz: el carlito, la madre superiora, la que no entiende, la que entiende pero hace de cuenta que no, la que juega con las palabras. La que se calla la boca porque no tiene experiencia como madre y todavía se comporta como hija adolescente. La que está silbando y mirando para cualquier lado y de repente percibe esa cosita de mujeres y primero lo toma a risa, y después ya no le causa gracia y más tarde cuenta hasta mil, y en el momento menos oportuno, reacciona.
Tengo la paciencia corta, estos días, Migue. Y a veces, estoy muy cansada de todo. Y a veces, no me dan ganas de levantarme de la cama. Y a veces, me duelen los ovarios o me siento una "chica Dickens", jé. Y yo sé que nadie tiene la culpa, ni nadie tiene la obligación de soportarme. Pero también sé que yo no le saco nada a nadie, nunca. Y que intento zafarla como puedo, ni siquiera como quiero. Y que estoy cansada de chocar porque el molde me queda chingado.
Igual, está todo bien y no importa. El mundo está lleno de chingados.
Extraño a R mucho más de lo que pensé. Y K está llena de trabajo, pobre. Mis amigas, mis hermanas, mi preciosura, la que todo lo puede, mis compañeras de trabajo. El mujerío rondante de mi vida que no hace esas cosas de perras, como dirías vos.
Que no llaman la atención a los gritos, ni están tan arriba que parecen una manifestación de sopranos cantando la marcha peronista en la puerta de mi depto. Pero ellas, como yo, debemos ser las anormales; las que vamos a sacarles algo a las otras, como si alguna de todas nosotras -las otras, las mías y yo- fuésemos dueñas de algo.
Que ganas de ser hombre, me dan a veces, Migue. Porque si lo fuera, al menos, tendría motivos para no entenderlas y que no me entiendan, no?
Te escribo pronto. Cuando se apague el incendio.

lunes, 17 de marzo de 2008

So don't confuse me, Mr.

Ah, si yo hoy tuviera fuerza, todo esto te lo digo en la cara. Pero no tengo fuerza, así que, acá te lo dejo escrito y abajo te lo dice ella, si?


I'm like a beggar with no luck
I'm holding signs up
On your street corner stops
Like most you try not to see me
You stare straight ahead
Ignore the responsibility
Excuse me...excuse me Mr.
I've been waiting in line
And I'd like to buy some of your time
I'm very anxious, eager, willing
What's your billing?


So please excuse me Mr.
You've got things all wrong
You make it feel like a crime
So don't confuse me Mr.
I've known you too long
All I need is a little of your time

For most love comes for free
They don't pay the high cost
Of mental custody I'll pay bail for a guarantee
Please make space for me
In the time yet to be

Excuse me...excuse me Mr.
I've been waiting in line
And I'd like to buy
Some of your time
I've been saving up my life
What's your price?


What should I do
I'm about to crack
And there's a force
That comes over me
It's almost as if I'm tied to the tracks
And I'm waiting for him
To rescue me
The funny thing is
He's not going to come
He's not going to find me
This is a matter of fact
The desire you lack
This is the way I guess it has to be...

A little of your time
I need a little of your time
Please,a little of your time


I'm in line to buy time
I'm in line to buy time


viernes, 14 de marzo de 2008

Caro Michelle/18

Querido, duermo poco, duermo mal. Sangre. Sueño con sangre. Que me sale sangre, que piso sangre, que veo sangre. Mierda. Rojo sangre. Bolsas de sangre que cuelgan de caños plateados. Asocio, como con todo: cambio de sangre, te cambia la sangre, te da vuelta la sangre. Algo así. Incoherencias de cualquier hora porque da igual, a veces, si es de día o de noche.
Sueño que tengo fiebre. Cuarenta grados, a lo mejor, más. Me despierto y me toco la frente. Tengo sueños demasiado verosímiles. Me asusto. Viste como soy. Me asusto fácil. No parece, ya sabés: me gusta hacerme mala fama.
No hay santo al que prenderle velas, ni promesas a cumplir o cumplidas. Hay que esperar y viste como me pone la espera, Miguel. Me mata la incertidumbre. Entonces camino y camino, Juanito, el caminador.
En Charcas y Bulnes, había un hombre tirado sobre lo que parecía ser una de esas cosas del gas. No te dabas cuenta si estaba vivo o muerto o si dormía. Estaba ahí, tirado.
La gente salía de la panadería de la esquina, lo miraba y seguía de largo. El tipo ahí, como si se hubiese desmayado o caido. Un tipo enorme, como una ballena, con la remera más chica de lo que necesitaba y la barriga al aire.
Yo caminaba revuelta, mareada, pensando en lo que pasó, en lo que pasa, cantando, tapando el ruido que me hace la cabeza con la música y lo ví ahí: el tipo tirado, la panza al aire, sucio, ni vivo ni muerto ni dormido.
Me quedé mirándolo un rato como cuando miro a la preciosura dormir, y me fijo que se le mueva la panza. Al tipo no se le movía la panza. Y la gente pasaba y paseaba perritos que seguro, seguro estaban mejor comidos que ese tipo que tenía el tamaño de una ballena y se despatarraba sobre esa cosa del gas. Y una chica que esperaba el 111, lo miraba de reojito y se agarraba de la cartera fuerte. La chica le tenía miedo al tipo, que no sabías si estaba vivo o muerto o dormido o borracho o desmayado. Y yo los miraba a los dos.
Cerré los ojos. Di un paso. Y otro más. Y me agaché un poco y pensé que esperaba que no estuviera frío. Le toqué el hombro al tipo, despacio y me moví hacia atrás, por las dudas. Una trompada es lo último que necesito estos días.
Una mujer mayor me gritó "No lo toques", me gritó desesperada, como si el tipo me fuera a contagiar alguna cosa terrible por tocarle el hombro con la mano. No pude sentir si estaba frío o no, por el grito de la mujer, que me asustó más que el tipo medio vivo, medio muerto.
Salió el vigilancia de la torre. Me miró. Me preguntó si me había hecho algo. Yo pregunté quién. Ése, dijo y lo señalo así, con el mentón. Dije que no con la cabeza.
Hace mucho que está acá, le pregunté al vigilante. Ni idea, me dijo. A lo mejor, estuvo todo el día. Recién lo veo. Te vi a vos.
Claro, pensé, yo podría ser vecina y el tipo ballena medio muerto, medio vivo, medio dormido, medio invisible, nos afea el barrio. Le toqué el hombro otra vez.
Y entreabrió los ojos y el tipo ballena era un pibe que, a lo mejor, Migue, tenía veinticinco años como mucho. No me miró mal. Me miró. Y creo que se asustó un poco por todo.
Te sentís bien, le pregunté. Sí, dijo y se pasó la mano por los ojos. Seguro, le pregunté. Sí, me senté un rato, estaba reventado. Llamaron a los ratis, me preguntó. Dije que no.
Comiste, le pregunté. Sí, me dijo y se sentó sobre ese coso de mierda que no sé como se llama, que le marcó toda la espalda y le dejó el logo del gas marcado en el brazo. Qué comiste, le dije.
Mate.
Eso me dijo. Mate.
Quedate acá, le pedí. Y entré a la panadería que estaba justo justo enfrente del hombre-chico ballena y le compre unas empanadas y una botella de seven up, y un kilo de pan y no sabía qué más comprarle. Porque no había con qué comprar. No hay con qué comprar lo que ese tipo-chico ballena necesita, Migue. Me desespera.
Me volví con la bolsa. Se la dí. Me dijo que andaban los hijos por ahí. Me los señaló. Y yo le sonreí pero más por no llorar que por otra cosa. Pero no llorar de lástima, llorar de bronca, de no poder cagarme a trompadas con el vigilante, de no tirarle de los pelos a la vieja, a las putas vendedoras de la panadería, a la chica de la cartera.
No le tenés que dar a estos, me dijo un viejo. Están acostumbrados a que les den. Y la ligó el viejo, por hijo de puta.
La plata es suya, le grité. La plata es mía, carajo, qué se mete.
Y el tipo-chico ballena se rió del viejo y a mi me gustó que se riera, porque la concha de su madre, alguna vez tiene que ser así.
Gracias, señorita, me dijo el tipo-chico ballena mientras yo me iba y le hacía un saludo con la cabeza mientras me ponía los auriculares.
A mitad de cuadra inauguraban un negocio de pelotudeces gastronómicas. La gente tomaba vino no sé cuanto, en vasos de plástico. A los costados del negocio esperaban dos mujeres con bolsas de esas de tela para juntar los vasos que los otros iban a tirar cuando pasaran al queso de cabra con finas hierbas. La molestia no es que coman queso de cabra, Miguel; lo molesto es el contraste, lo molesto es que a los que no comen queso de cabra no los vean o les tengan miedo. Es para empezar a los gritos.
Estaba por cruzar Güemes, me frenó el semáforo. Vos viste lo cagona que soy con el tránsito. Y la música al taco retumbando en la cabeza. Y que más de una vez sueño que me llevan por delante cuando cruzo y que vuelo por el aire y que escucho el ruido cuando me caigo sobre el asfalto: slup y el sonido se detiene. Estaba con eso, con los sueños que sueño cuando sueño. Ahí metida, en lo que no le cuento a nadie o a cualquiera. Los oídos tapados, los ojos abiertos pero mirando para adentro, muda.
Algo áspero me tocó la mano. Me tiró de los dedos. Bajé la vista y un pibito chiquito me decía algo. Sí, la cara sucia y todo lo real que los que saben escribir transformaron en un cliché literario: mocos, mugre, descalzo. La calle, Migue. La mugre, la basura. La basura tiene el mismo olor a mierda en todos los barrios, viste.
Le hice seña al pibito para que esperara, me saqué el auricular. Qué, le pregunté.
Que tomá. Dice mi papá que Dios te bendiga, me dijo el pibito y me señaló para atrás mío. Di vuelta la cabeza y el tipo-chico ballena más vivo que muerto, esperaba al pibito. Metí la mano en el bolsillo, te juro que metí la mano en el bolsillo y le hubiese dado todo lo que tenía encima. Pero el tipo me hizo que no, y le silbó al pibito que se volvió al lado de él, corriendo.
Miré mi mano. Un cartón plastificado, todo sucio y doblado, con un calendario del 2003, dejaba ver todavía, la imagen de San Cayetano. Un San Cayetano para mí. Justo ahora. Es un milagro, no te parece, Migue. A mí me pareció un milagro. El milagro chiquito que siempre le pido a Dios.
Crucé la calle y el pibito y su papá se volvieron al lugar donde yo había estado mirando si el tipo ballena estaba vivo, muerto o dormido.
Por Santa Fe, las botas cuestan 350 pesos. Y la basura se amontona en las esquinas, donde a veces, se tiran los pibes a dormir mientras esperan que los encargados saquen las bolsas. Los colectivos les pasan finito pero ellos están ahí, arriba de los carros vacíos y vos los mirás y no sabés si están vivos o muertos o dormidos. Pero están vivos. Aunque nadie los vea, ni los toque.
Yo no me puedo quejar, Miguel. Ni en mi peor escenario, me puedo quejar. No tengo derecho. Tengo mi San Cayetano en la billetera. Mi milagro chiquito de hoy.

jueves, 6 de marzo de 2008

Yo, mi, me

Es tan fácil para ustedes cambiar, dijo NN o dijo algo parecido que se entendía así.
Y sí, es fácil. O mejor, es fácil cambiar cuando el cambio empezó hace mucho y termina cuando salís de la peluquería.
Una boludez. ¿Quién puede pensar seriamente en que un cambio puede terminar a la salida de la peluquería? Puede pensarlo cualquiera que dejó veinte centímetros de pelo en el piso y que pasó de tener el pelo por debajo del codo para pasar a tenerlo tres dedos arriba de la base del cuello. Yo puedo decirlo. Y puedo decirlo porque desde agosto07 hasta el mismísimo día de hoy pasaron tantas cosas buenas y malas -más malas que buenas- que es imposible seguir igual. Porque todo todito todo, se dio vuelta, se desordenó, se salió de su lugar y recién ahora, unos cuantos meses y litros de lágrimas después, se va acomodando. No está todo bien. Nunca está todo bien. Está mejor. Es un gran avance. Está mejor e irá mejorando, de a poco poquito, como todo este tiempo, porque uno ya no tiene veinte años, porque le cuestan los cambios, porque se adapta lento, porque se frustra fácil, porque, vamos, uno es lo que es y no puede dejar de serlo. Lo mejor es tenerlo claro. Vamos a seguir metiendo la pata. A lo mejor, el rato éste que nos toca estar acá, es eso: una sucesión de metidas de pata, una detrás de otra y cada tanto, acertar, acertarle a la cosa más chiquita, a la más insignificante, pero acertar. Porque uno no puede andar cargando con capas y capas de piel, como la cebolla. No. Uno anda despellejándose por ahí y a veces, justo donde todavía la piel de abajo no está en condiciones, despellejarse duele y duele mucho. Y cuando ya sabés que te va a doler, te da miedo. Y cuando uno tiene miedo, se queda quieto. Por lo menos, así me pasa. Y tuve miedo de todo. De absolutamente todo. En todos los ámbitos. Y el miedo es muy jodido porque se te caga de risa en la cara y te prende todas las alarmas y te dice "ok, esto te va a doler"; "ok, esto te va a asustar". Y por más esfuerzo que uno haga, por más que no quiera tener miedo, lo tiene. Igual, te duele; igual, te asusta.
Pero llega un día que uno tiene tanto miedo que ya no tiene miedo. Se acostumbró tanto a sentir la taquicardía y a respirar rápido y a cerrar los ojos, esperando el golpe, que ya no lo siente. Y ahí respira mejor. Respirás mejor. Y ahí, se tranquiliza el ritmo cardíaco. Te tranquilizás. Y se abren los ojos. Abrís los ojos y mirás.
Ok, no podés dejar de ser como sos. Ok. Pero, ¿por qué pensás que sos siempre igual? Nunca sos igual. No sos igual todo el tiempo. Yo no soy la misma, ni siquiera durante todo el día y no hablemos de las hormonas y de la humedad y del puto riñón que me falta. Hablemos de un día cualquiera. Del día de hoy, que empezó con el pelo llegándome al codo y terminó a tres dedos de la base de mi cuello. Y eso es sólo un ejemplo, por no decir la cantidad de veces que en las mismas veinticuatro horas me sale el carlitos de adentro y la nena y la empleada pública y la puta y la Madre Teresa. Imaginate ocho meses más tarde. Imaginate que cambiás de sensaciones y de sentimientos, de cuerpo, de ropa, de pelo. Ocho meses después, sos la misma y sos otra. Soy la misma y soy otra.
Hoy me miré al espejo, después de muchos meses. Hoy me miré al espejo y me puse contenta. Hoy me miré al espejo y me gusté. No suele pasarme. Pasó hoy. Y me encanté. Y recordé que, alguna vez, estuve encantada de mí y conmigo. Me enamoré de mí como los del comercial de 7up.
Hoy me ví de nuevo. Como cuando ves a esos novios que hace mil años que no ves y decís "mirá qué lindo", así, igual. Cuando te das cuenta que sos todos los libros que leíste y todas las películas que viste y la gente que te quiso bien, y también la que te quiso mal y la banda que más te gusta y todos los demás discos que escuchaste. Sos igual. Sos ese contenedor.
Y yo soy todos mis libros leídos, todas mis películas vistas, los que me quisieron bien y los que me quisieron tan mal; todos los que me ayudaron y todos los que no quisieron o pudieron hacerlo; los que me conocen bien y los que se quedaron sólo con lo que vieron y R.E.M. y Lars y Wes Anderson y Love actually y Cuando Harry conoció a Sally y Los Tenenbaum y la loca de Beth y las canciones de la pobre Selma y Nick Cave y Nirvana y Café Tacuba y Los Redondos y Soda Stereo -con sólo cambiar de zapatillas- y todos mis discos. Soy esa. Y soy otra. Y cuando nadie me ve, soy una llorona que no se la banca, una fanática de la melancolía y una estrella de rock que salta por toda la casa bailando y cantando, pero cuando me ven, soy la consentida de la que todo lo puede, la tía de la preciosura, la hermana mayor, la amiga de mis amigos, la que juega con el que juega y pasan los días jugando, la que busca laburo sin respiro, la que reza, la que canta y tantas otras. Todo eso junto y mezclado y revuelto, con altas dosis de humor negro y dramatismo, mucho látigo (narcisa, ególatra, idiota, histérica, frígida, rígida, torpe, ignorante) y mucho remo (no importa, no importa, todavía aguanto un poco más). Más encanto que belleza y si me dejás escribir, te conquisto el mundo o te lo invento y te lo hago creer o te lo cuento y vos te ves ahí, en el reflejo. O hago el intento. A veces, me sale bien. Es lo que más me gusta hacer. Lo que más me gusta hacer entre todas las cosas que se pueden hacer en el mundo.
No está todo bien. Las cosas no cambiaron casi nada. Aún siendo yo, soy otra. No se arregló nada. Todavía no se arregló nada pero hoy me ví en el espejo y me gusté mucho. Y me puse contenta por mí y por los que vienen conmigo, los que quedaron después de estos meses porque ellos me veían pero yo no. Y hoy me ví. Y ya no tengo miedo. Porque me cansé de tener miedo.
Supernatural, superserious.
Vos, ¿qué ves en el espejo? Vos. ¿Qué ves cuándo te ves en tu espejo?