Día de definiciones, querido mío. Una noche de epifanía y cuando es de día, no queda otra más que empezar a ejecutar, una detrás de otra, decisiones amargas.
Las cosas, a veces, no salen como uno espera y no te hablo de las grandes esperanzas que uno tiene para esta vida; hablo de cosas más chiquitas, casi sin importancia, intentos por zafar de la fuerza casi brutal de la realidad que todos los días se levanta a emputecerte la vida. Pasos al costado, medias vueltas, desapariciones antes de que, de verdad, sea tarde. Sé que me entenderías si pudiera contártelo todo. Sé que estarías conmigo, esta vez y no dirías que me escapo y que tengo miedo y que no me animo y todas esas cosas que solías decir. Y aunque esta vez no es distinta a las otras y en un punto me estoy escapando, tengo miedo y no me animo, el mayor problema es que hoy, a esta hora, estoy viendo todo tan claro que casi estoy sintiendo por anticipado. Y lo que siento no está bueno. Y sabemos bien como son las profecías autocumplidas. Es como cuando la que todo lo puede decía "te vas a caer" y sin embargo, yo seguía en lo que estaba. Entonces, volvía a decirlo. "Te vas a caer" pero yo pensaba que no, que no me iba a caer ni cuando ella lo dijese ni nunca y de repente, zas, estaba en el piso, lastimada y llorando.
Algunas cosas se aprenden.
Nunca tengo claro lo que quiero. No estoy segura de qué espero del futuro, básicamente porque no puedo proyectar a largo plazo después de toda la vida que pasó pero, Miguel, amigo mío, si algo tengo clarísimo es lo que soy y lo que no quiero. Y lo que sucede, lo que está sucediendo, a distancia una situación de la otra, forma parte de lo que no quiero. Y no lo quiero porque no encajo en ese molde de eterna espera, de segundo puesto, de parche para el que no está conforme con lo que eligió. Elegir es un problema. Nunca se puede tener todo. Cada vez que elegís, perdés algo. A mí no me cuesta elegir. Algunas veces, me duele. Algunas veces es todo lo que puedo hacer. Llamémosle Situación A. La fui a dejar al mar. La hice un bollo y la dejé ahí, a que se la lleve la marea. Todo lo que se lleva el mar, lo devuelve a la orilla. Meses más tarde, todavía está dando vueltas y ya no hay margen para continuar. No se puede estirar, ni seguir esperando. No va a cambiar nada. Y entre perder tiempo caminando o perder tiempo detenido, prefiero el movimiento. Duele, claro. Duele más de lo que puede parecer pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio de tomar distancia claramente y resignar los potenciales "what if" por la realidad de las cosas y todo lo demás. Lo que pasa es lo que pasa. No hay interpretación posible, no hay manera de que resulte distinto a lo que es. Aunque haya promesas y avisos y lágrimas y lamentos: lo que es, es. Y no hay nada que hacerle. Aceptarlo con tranquilidad y seguir hacia otro lado con lo puesto, que al final, es lo único que tenés. Y quedarte con el buen recuerdo y con la melancolía de lo que hubiera sido si... Potencialmente, todo es perfecto. Potencialmente.
Estoy contenta conmigo, sabés? Me gusta como soy. Me gusta ser rara, es hora de reconocerlo. Me gusta mi costado freak, mi corporativismo manifiesto hacia los que quiero, mi incondicionalidad absoluta hacia los que forman el reducido grupo de gente importante de mi vida. Cada día, me gusto más. Me gusta la forma que tengo de jugar con las palabras, de hacerme la tonta y la viva, al mismo tiempo; de pelear en chiste y no saber responder en serio, de no actuar con crueldad casi nunca. Hasta me gusta este don de hacerme desaparecer cuando quiero. Me gusta -aunque lo padezco- adivinar parpadeos. Y me gusta que no se note que me canso y que tengo más miedo del que parece. Me gusta ser un incordio caminante. Te diría que me gusta hasta esta sensación de susto que tengo hace unos días, porque el miedo no es idiota; el miedo es muy inteligente y yo lo puedo reconocer ni bien aparece. Y cuando aparece, hay que irse. Hay que correr, cuanto más rápido, mejor; cuanto antes, mejor. Porque la crueldad tiene olor y yo tengo el olfato desarrollado. Y siempre es mejor antes que después. No tengo ganas de comprobar que no estoy equivocada porque últimamente, maldita intuición pisciana, no me equivoco. Y no quiero estar presente cuando la crueldad pegue su zarpazo. Porque ya estoy demasiado golpeada, demasiado lastimada, demasiado caída y vuelta a levantar. Y hace tan poco que me levanté de nuevo que no me puedo dar este lujo. No me lo puedo permitir. Mucho menos cuando estoy calculando fuerza y velocidad. Cuando estoy viendo el impacto. Llamémosle B.
Lo lamento. Ya no estoy hecha para esto. Prefiero las cosas boludas que ni suman ni restan; que pasan sin dejar rastro. Prefiero eso que le resulta tan extraño a todo el mundo y a mí me parece tan normal: la palabra corta, la mirada que dice lo que puedo entender, el silencio.
No ando buscando mucho, en este momento. Reirme, pasarla bien. Sin alarmas, sin sorpresas. Sin que todo sea un doloroso parto de elefantes, sin que sea demasiado serio. Porque asi me gusta que empiecen las cosas. Porque así quiero que empiecen las cosas. No es tan difícil. No es tan complicado.
Te conté de esa película. Te conté que Tim Robbins prometía que aprendería a nadar. Y te dije que era una buena promesa.
Estoy aprendiendo, Migue. Por fin, estoy aprendiendo a nadar a velocidad antes de que me tapen las olas.
Y a entender que lo que no quiero, no va. Y que lo siento mucho. Pero así son las cosas. No hay forma de quedarse en lugares que no son para uno.
Cuando el tren se va, se fue. No lo podés correr, no lo vas a alcanzar.
Esta vez, por partida doble, el tren soy yo. Y tengo miedo pero ya no estoy ahí.
Hoy estarías orgulloso de mí. Estoy segura.
Don't leave me high, don't leave me dry, Migue.
Long nights allow me to feel...
I'm falling...I am falling
The lights go out
Let me feel
I'm falling
I am falling safely to the ground
Ah...
Las cosas, a veces, no salen como uno espera y no te hablo de las grandes esperanzas que uno tiene para esta vida; hablo de cosas más chiquitas, casi sin importancia, intentos por zafar de la fuerza casi brutal de la realidad que todos los días se levanta a emputecerte la vida. Pasos al costado, medias vueltas, desapariciones antes de que, de verdad, sea tarde. Sé que me entenderías si pudiera contártelo todo. Sé que estarías conmigo, esta vez y no dirías que me escapo y que tengo miedo y que no me animo y todas esas cosas que solías decir. Y aunque esta vez no es distinta a las otras y en un punto me estoy escapando, tengo miedo y no me animo, el mayor problema es que hoy, a esta hora, estoy viendo todo tan claro que casi estoy sintiendo por anticipado. Y lo que siento no está bueno. Y sabemos bien como son las profecías autocumplidas. Es como cuando la que todo lo puede decía "te vas a caer" y sin embargo, yo seguía en lo que estaba. Entonces, volvía a decirlo. "Te vas a caer" pero yo pensaba que no, que no me iba a caer ni cuando ella lo dijese ni nunca y de repente, zas, estaba en el piso, lastimada y llorando.
Algunas cosas se aprenden.
Nunca tengo claro lo que quiero. No estoy segura de qué espero del futuro, básicamente porque no puedo proyectar a largo plazo después de toda la vida que pasó pero, Miguel, amigo mío, si algo tengo clarísimo es lo que soy y lo que no quiero. Y lo que sucede, lo que está sucediendo, a distancia una situación de la otra, forma parte de lo que no quiero. Y no lo quiero porque no encajo en ese molde de eterna espera, de segundo puesto, de parche para el que no está conforme con lo que eligió. Elegir es un problema. Nunca se puede tener todo. Cada vez que elegís, perdés algo. A mí no me cuesta elegir. Algunas veces, me duele. Algunas veces es todo lo que puedo hacer. Llamémosle Situación A. La fui a dejar al mar. La hice un bollo y la dejé ahí, a que se la lleve la marea. Todo lo que se lleva el mar, lo devuelve a la orilla. Meses más tarde, todavía está dando vueltas y ya no hay margen para continuar. No se puede estirar, ni seguir esperando. No va a cambiar nada. Y entre perder tiempo caminando o perder tiempo detenido, prefiero el movimiento. Duele, claro. Duele más de lo que puede parecer pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio de tomar distancia claramente y resignar los potenciales "what if" por la realidad de las cosas y todo lo demás. Lo que pasa es lo que pasa. No hay interpretación posible, no hay manera de que resulte distinto a lo que es. Aunque haya promesas y avisos y lágrimas y lamentos: lo que es, es. Y no hay nada que hacerle. Aceptarlo con tranquilidad y seguir hacia otro lado con lo puesto, que al final, es lo único que tenés. Y quedarte con el buen recuerdo y con la melancolía de lo que hubiera sido si... Potencialmente, todo es perfecto. Potencialmente.
Estoy contenta conmigo, sabés? Me gusta como soy. Me gusta ser rara, es hora de reconocerlo. Me gusta mi costado freak, mi corporativismo manifiesto hacia los que quiero, mi incondicionalidad absoluta hacia los que forman el reducido grupo de gente importante de mi vida. Cada día, me gusto más. Me gusta la forma que tengo de jugar con las palabras, de hacerme la tonta y la viva, al mismo tiempo; de pelear en chiste y no saber responder en serio, de no actuar con crueldad casi nunca. Hasta me gusta este don de hacerme desaparecer cuando quiero. Me gusta -aunque lo padezco- adivinar parpadeos. Y me gusta que no se note que me canso y que tengo más miedo del que parece. Me gusta ser un incordio caminante. Te diría que me gusta hasta esta sensación de susto que tengo hace unos días, porque el miedo no es idiota; el miedo es muy inteligente y yo lo puedo reconocer ni bien aparece. Y cuando aparece, hay que irse. Hay que correr, cuanto más rápido, mejor; cuanto antes, mejor. Porque la crueldad tiene olor y yo tengo el olfato desarrollado. Y siempre es mejor antes que después. No tengo ganas de comprobar que no estoy equivocada porque últimamente, maldita intuición pisciana, no me equivoco. Y no quiero estar presente cuando la crueldad pegue su zarpazo. Porque ya estoy demasiado golpeada, demasiado lastimada, demasiado caída y vuelta a levantar. Y hace tan poco que me levanté de nuevo que no me puedo dar este lujo. No me lo puedo permitir. Mucho menos cuando estoy calculando fuerza y velocidad. Cuando estoy viendo el impacto. Llamémosle B.
Lo lamento. Ya no estoy hecha para esto. Prefiero las cosas boludas que ni suman ni restan; que pasan sin dejar rastro. Prefiero eso que le resulta tan extraño a todo el mundo y a mí me parece tan normal: la palabra corta, la mirada que dice lo que puedo entender, el silencio.
No ando buscando mucho, en este momento. Reirme, pasarla bien. Sin alarmas, sin sorpresas. Sin que todo sea un doloroso parto de elefantes, sin que sea demasiado serio. Porque asi me gusta que empiecen las cosas. Porque así quiero que empiecen las cosas. No es tan difícil. No es tan complicado.
Te conté de esa película. Te conté que Tim Robbins prometía que aprendería a nadar. Y te dije que era una buena promesa.
Estoy aprendiendo, Migue. Por fin, estoy aprendiendo a nadar a velocidad antes de que me tapen las olas.
Y a entender que lo que no quiero, no va. Y que lo siento mucho. Pero así son las cosas. No hay forma de quedarse en lugares que no son para uno.
Cuando el tren se va, se fue. No lo podés correr, no lo vas a alcanzar.
Esta vez, por partida doble, el tren soy yo. Y tengo miedo pero ya no estoy ahí.
Hoy estarías orgulloso de mí. Estoy segura.
Don't leave me high, don't leave me dry, Migue.
Long nights allow me to feel...
I'm falling...I am falling
The lights go out
Let me feel
I'm falling
I am falling safely to the ground
Ah...
1 comentario:
"Saúl Trífero sabe que el tamaño de su miedo es idéntico al tamaño de sus fuerzas, y sabe también que no hay más fantasmas que los que habitan la propia conciencia, y que un naufragio no es sino la derrota de un solo hombre frente a la marea de sí mismo, y que la arena de la playa donde van a dar nuestros huesos es la arena de nuestro propio destino y, así las cosas, Saúl no ve la manera de librarse de los que se le viene encima."
Trífero, Ray Loriga
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