miércoles, 20 de febrero de 2008

Carta al padre/2

Te prometí que te escribía para tu cumpleaños y no cumplí. Casi te escribo para el mío. Hubiese estado bien hacerlo porque si vos no hubieses participado aquel día, yo no podría escribir casi nada hoy pero, al final, no te escribí ni un día, ni el otro.
Te escribo quince días después de tu cumpleaños y cinco días antes del mío. En eso nos parecíamos. Cumplíamos años en el mismo mes, veinte días de diferencia, veintiocho años de diferencia. No te voy a escribir muy largo porque tengo abandonado a Miguel hace muchos días y también pretendo escribirle hoy y de última, con vos hablo todas las noches, antes de dormir. No sé si me escucharás porque, en realidad, no te hablo o te hablo pensando o algo así. Te hablo para adentro. Nadie me escucha. Espero que vos sí.
Bueno, feliz cumpleaños, papá. Ahí donde estás, a lo mejor, no se festejan los cumpleaños pero acá, viste como son las cosas. Viene la gente, te saluda, come un poco de torta y a otra cosa. Yo no tengo ganas de festejar mi cumpleaños, este año. O mejor, no tengo ganas de festejarlo como siempre. ¿Te acordás que yo no sabía qué hacer para mis cumpleaños? No sabía si jugar con los chicos o sentarme con los grandes. Todavía me pasa. Si hay mucha gente, no sé qué hacer, ni dónde sentarme, ni con quién hablar, ni qué decir. Como si fuera una inadaptada social (lo soy, no lo era antes, me fui construyendo de a poco) me ponen nerviosa las reuniones de mucha gente, aunque sean los más íntimos -que siempre, al final, terminan siendo por lo menos quince y eso está bueno porque quiere decir que uno tiene la suerte de contar con mucha gente que lo quiere en serio pero también es una especie de enredo en donde no sabés con cuál de los que te quiere en serio ponerte a hablar, primero. Entonces, este año, por primera vez, me gustaría festejar como me gustaría. La que todo lo puede está, obviamente, en contra. "No se puede no festejar el cumpleaños. Trae mala suerte; te parte un rayo; terminás mal el año" y un largo etcétera sin sentido, porque festejé todos los cumpleaños hasta el que está por venir y no me partió un rayo pero casi.
Entonces, me gustaría cenar con mis amigos, el domingo a la noche, mientras entregan los Oscars y brindar con ellos a la medianoche. Y el día siguiente, desayunar con las chicas y la que todo lo puede y después, quedarme en mi casa, escuchando mi disco favorito. Porque me quedan pocos días de tranquilidad y después, todo se va a volver una especie de torbellino del que no me voy a poder bajar. Y acostumbrarme al vértigo, después de tantos meses de tensa calma, me va a costar muchísimo. Y tengo la horrible sensación de que lo que espero, no va a pasar y me voy a tener que conformar con lo que haya y lo que haya, no me va a gustar. Por eso, porque lo que viene está casi firmado que no tiene que ver con lo que yo quiero para mí, por lo menos, quiero pasar el día de mi cumpleaños como se me da la gana, sin crearme ninguna obligación con nada ni nadie. Vamos a ver. Vos sabés que en eso salí a vos: cuando a la que todo lo puede se le mete algo en la cabeza, termino aceptando lo que quiere pero esta vez, al menos, voy a protestar un poco más que lo de costumbre.
No quiero pensar más allá de mi cumpleaños. Es muy incierto todo lo que pueda pasar después y salvo, una sola confirmación que ya tengo sobre un asunto del que hago el esfuerzo por olvidarme, todo lo demás es un gran enigma que no depende de lo que yo haga, diga o piense, por más voluntad que le ponga. Y va a ser empezar de nuevo, en un escritorio diferente, haciendo algo que seguramente no me va a gustar.
Al final, yo te quería escribir por tu cumpleaños y te hablé del mío. Y bueno... son cosas que pasan. Además, cuando yo cumplo años, vos también cumplis años de padre. Te recibiste conmigo. Así que, cuando esté cumpliendo años, justo cuando traigan la torta y canten el feliz cumpleaños y todo eso, voy a pensar un poco en vos, papá. Y te voy a hablar pensando para felicitarte por todos estos años de padre que ibas a cumplir o que, a lo mejor, cumplís igual, qué sé yo. Ya sabés que me gusta engañarme así.
Supongo que ya sabés que estamos todos bien y que por ahora, no va a ir nadie a quedarse con vos. Casi son buenas noticias, no?
Te escribo de nuevo. No sé cuándo. Un día de estos, a lo mejor.

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