jueves, 7 de febrero de 2008

Caro Michele/16

Instinto de preservación. Instinto de supervivencia, Miguel. Es eso. Esta vez, me di cuenta a tiempo y suelto lo que no es para mí antes de que se me vuelva en contra. A pesar de todo, tuvo su parte buena: ahora sé qué clase de gente quiero al lado mío. Ahora me importa con quién me acuesto y más con quién me levanto y parecer inofensivo, como pensé tantas veces equivocadamente, ya no es suficiente.
No más services. No más polvos de a dos pero yo sola. Esta es la parte buena. Para esto sirvió.
Todo lo demás, bueno, todo lo demás es lo de siempre. Yo sé lo que pasa, supongo que el otro también lo sabe, pero hay terceros en discordia y no vamos a caer en eso otra vez porque ya sé cómo me pega a mí el asunto. No le quiero sacar nada a nadie. Nunca lo hice, no me sale, no podría hacerlo aunque esta vez es difícil porque es como tener la mano ganadora y tirarse a perder.
No puedo sostener tantas cosas importantes al mismo tiempo. Tengo que seguir “luchando” por el laburo. No puedo luchar por el otro tema importante. No me da el cuero. Y para qué luchar una batalla que desde el principio sabés que vas a perder.
Fue una posibilidad más. La posibilidad de haber sido… pero no es. Y no es por mil razones, y yo sé que vos entendés, Migue. Sabés cómo pienso: la oportunidad la tiene todo el mundo, te puede salir bien; te puede salir mal, pero te salió de alguna manera. Algunas veces, mis posibilidades se abortan; se abortan porque en el balance se pierde más de lo que se gana y por lo menos, en uno de los dos temas importantes de la vida, hay que salir hecho. No digo ganador. Digo hecho. Recibir lo que se da, o no recibir nada pero quedarse en el “what if”, no. No otra vez. Ya no.
Si querés saber lo que pienso, pienso que hubiese sido bueno, que hubiese sido divertido, que hubiésemos crecido mucho, el otro y yo; que yo hubiese aprendido a ser más diplomática y el otro hubiese aprendido a ser un poco más directo, pero lo que ves es lo que hay y como no ves nada, no hay nada. Y como no puedo repartir la energía para esta cosa y para el trabajo porque las dos son demasiado importantes, tengo que decidir por una. Duele tener que decidir pero siempre pasa lo mejor que tiene que pasar, o no? Lo que no es, no es y hay que hacer espacio para lo que puede llegar a ser. Maldito trabalenguas.
Hoy, desde mi ventana, se ve el mar. El mar de noche es como si no fuera el mar. Pero nadie duda de que está ahí. Se deja escuchar, si yo caminara hasta la orilla, lo sentiría en mis pies. La posibilidad de nadar o de ahogarme estarían ahí. Y más o menos, pasa lo mismo con lo que abandono hoy. Podría haber salido bien, podría haber salido mal pero antes, debería haber estado todo lo que se esconde detrás de una falsa careta de pseudo amistad intergénero que ya sabemos que existe tan pocas veces, que las veces que resulta, empieza, justamente, cuando la careta se cae. Y lo peor es que se nota. Yo, que no me doy cuenta de nada, lo noto. Y el otro, bueno... el otro sabe que yo me doy cuenta. Me doy cuenta de los avances y de los retrocesos. Pero los tríos no se me dan bien. Viste cómo soy. Una chica a la antigua.
Estoy sacando el felpudo. Creo que esta vez, lo estoy sacando a tiempo. Nada para lamentarse durante días. Estoy a tiempo esta vez. No funciona. No va a funcionar. No hay que esforzarse por saber si funcionará. Entonces, me llevo el felpudo y quién quede patas para arriba, manoteando en el aire, primero no entenderá pero después, no le quedará más remedio que meditar –si es que tiene la suficiente entereza como para hacer un breve examen de conciencia; y puedo asegurarte que hay quién no tiene el valor suficiente para enjuiciar sus acciones, pero esperemos que este no sea el caso- por qué me llevo el felpudo, además de llevármelo porque es mío.
Y seguro, en unos días, cinco o siete, cuando el silencio de este lado empiece a notarse, querrá preguntar que pasa, si me enojé, que estoy rara, que qué tengo. Y desde acá yo voy a hacer una mueca, esa mueca que hago cuando no tengo nada más para decir y que es imposible traducir en palabras y todo se volverá un largo, largo silencio en donde no habrá novedades, ni códigos comunes, ni claves para hablar sobre lo que nos interesa porque yo voy a abandonar algo en el momento justo en el que seguir teniéndolo, lo haría peligroso.
Porque no le pongo número a la gente. No les digo “bichi, negri, miamor, micielo, mivida”. Llamo a cada quién por su nombre. Trato a los que conozco como debo tratarlos y a los que quiero de la mejor forma que sé. Porque hubo pocos realmente importantes, vos sabés. Y cada uno fue distinto al siguiente y al anterior, y de cada uno quedan recuerdos y sensaciones y sentimientos y cosas que no volvieron a suceder con nadie más.
Y te estoy escuchando decir: “ellos se lo pierden” pero a esta altura, Migue, después de que nadie me importara, ni me gustara, ni me llamara la atención, después de tanto trámite fisiológico cumplido para que las hormonas no se enloquecieran, esta vez, esta vez que podría haber sido una de las pocas importantes, también me lo pierdo yo. Y por primera vez, en los últimos diez años, perderme esto me enfurece. Pero hay que hacer lo que hay que hacer. ¿Qué otra cosa? ¿Qué más puedo hacer? ¿Qué puedo hacer más que abandonarlo en el mar y enrollar mi felpudo para ponerlo debajo de otros pies, dentro de un tiempo, cuando sienta que tengo que darle la bienvenida a alguien?
Ya sabés, yo bienvengo seguido. Y mientras te bienvengo, soy la mina más leal del mundo pero las despedidas no son mi especialidad.
Y esta vez no es una excepción.
Everybody cries sometimes. Everybody hurts, sometimes.
Imitation of life.
I dont want to hear you cry. And no one can see you try.
The one I love. Fire.
Love me or leave me.
This hurricane.
No one can see me cry.
This lemonade. I'm Not afraid.
C’mon, c’mon, no one can see me cry.

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