En el patio de atrás de la madre patria del norte, se celebra una boda. Unos días antes de la celebración, llegan los amigos de la novia, de allá, de la tierra del sueño americano.
Son ruidosos, toman demasiado, gritan demasiado. Entre ellos, el joven Steve.
Si Steve fuese argentino, pienso, sería fan de los Cadillacs, se vestiría en Kevingston y sería el típico encarador simpático de cualquier boliche de onda, tomaría cerveza hasta caerse redondo pero, de todas formas, no perdería su encanto. No está mal Steve. Es un lindo muchacho y se come a las chicas con los ojos, a las de su tierra y a las otras, a las exóticas, a las que están bien para echarse uno mientras se está de vacaciones y nada más.
Steve tiene levante. Las chicas, sobre todo sus coterráneas, no quieren otra cosa más que ganárselo. Forcejean entre ellas para ver quién se lo queda. Trago va, trago viene, las chicas y el propio Steve hacen aquí lo que nunca harían en su tierra natal. Aquí está todo permitido. Hasta fumar.
Es simpático, Steve. Y no sé por qué se me puso que es marine o algo por el estilo. Posiblemente, por el corte de pelo y la forma en que camina y habla y mira. No, no es nada agresivo. Es uno de esos tipos que chamuyando podría convencer a cualquiera. Está siempre dispuesto a la fiesta. One shot, two shot, three shot... Y las chicas gritan y se ríen, siempre alrededor de él.
Cada día, Steve está un poco más colorado y un poco más borracho.
Llega el día de la boda. La novia está preciosa; el novio, nervioso. Al momento del baile, todo es hip hop y "yeah" y "oh-oh". Pero Steve no baila. Está sentado, muy serio, conversando con algunas damas de honor - oh, sí, damas de honor de la más alta estirpe norteamericana y cuatro padrinos sudacas o casi- y con los padres de la novia en el más cerrado y rápido inglés.
Y de repente, Steve llora. Los padres de la novia lloran.
Es que Steve eligió la noche de la boda para salir del clóset. Y todavía está más colorado. Y todavía está más borracho. Y por ahí, está su novio. Y las chicas que ignoran todo lo que pasa. Y que igual lo seguirán encarando y tocando y rozando y apurando.
Y yo pienso, una vez más en estos días, que crucé la pantalla como en La rosa púrpura del Cairo.
2 comentarios:
Habemus cronista en el extranjero, viva!
Quiero más!
Claro, como sos puto tu gaydar anda a full, pero las chicas van por el estereotipo, je.
Publicar un comentario