Un día de estos te dejo de escribir. Estoy casi segura. No porque te haya dejado de querer o de extrañar, si no por que es hora. Hay que largar el pasado de una vez y, mal que nos pese, Migue, vos sos el pasado.
Hay una película. La vi hace poco. En la película hay una mujer que tiene que decidir entre la experiencia del presente y la promesa del futuro. No es una elección fácil.
Nadie sabe bien qué le depara el futuro y siempre hay que apostar. Todos conocemos el pasado, lo sufrimos, lo pisamos y más o menos, tenemos idea del presente. El presente es lo que hay. A veces, mejor; a veces, peor.
La mujer de la película tiene que elegir entre lo que conoce y lo que puede llegar a conocer. Se confunde, tiene miedo. Se asusta. Pero en algún momento tiene que decidir. Y el momento de la decisión es crucial. Se juega la vida. Es su último minuto y se juega por la promesa del futuro.
Todos nos merecemos un futuro mejor por bueno que sea el presente. Porque hay que tener por lo menos una esperanza en esta vida.
No podemos cambiar nada del pasado. Todo eso nos trajo hasta acá, Miguel. Incluido vos.
Y claro, a la mujer de la película le hubiese gustado vivir todas las vidas posibles: las pasadas, las presentes, las futuras.
Para la gente como nosotros, amigo querido, que sólo hemos vivido a fuerza de pasado y presente, la promesa de futuro es tan nueva que da miedo. Y da miedo por todo. Porque cada vez que elegís, perdés algo. Y nadie quiere perder nada.
Lo único que puedo decirte es que no quiero esperar al último minuto para decidir. El presente es lo que es. No va a cambiar. La promesa del futuro puede salir de cualquier manera. Es hora de apostar fuerte. Yo quiero mi final feliz. Siempre lo quise. Final feliz con combo completo. Por todo lo que pasó. Por todo lo que pasa. Es hora de apostar y no importa como salga. Lo que importa, esta vez, es que después de creer que seríamos punkies toda la vida, el futuro se asoma ahí, diciendo "estoy acá, no me pierdas."
Trataré de perder la menor cantidad de cosas posibles. Al menos, eso espero. Y vos sabés a qué clases de cosas me refiero.
Esperar y esperanza deben estar relacionadas. Como confiar, fiar y confianza, no?
¿Vos qué harías en mi lugar? ¿Dejarías pasar la oportunidad?
Creo que no. Vos harías lo que voy a hacer yo. Cerrar los ojos y jugar la última ficha. Y esperar que todo salga bien o lo mejor posible. Y si hay suerte, si hay mucha suerte -porque sólo es cuestión de suerte; la voluntad ya está puesta al servicio- seremos felices. Tan felices como nunca antes.
Y la vida va a ser buena.
Y hay que aprovecharla mientras dura. Por lo que dure, no te parece?
Estos días necesitaría un amigo como vos, pero en este mundo, Miguel.
Y sí, te extraño. Qué le vamos a hacer.
Ando escribiendo poco. Por ahora, o vivo o escribo. Estoy viviendo.
Estoy viviendo.
Por fin.
Hay una película. La vi hace poco. En la película hay una mujer que tiene que decidir entre la experiencia del presente y la promesa del futuro. No es una elección fácil.
Nadie sabe bien qué le depara el futuro y siempre hay que apostar. Todos conocemos el pasado, lo sufrimos, lo pisamos y más o menos, tenemos idea del presente. El presente es lo que hay. A veces, mejor; a veces, peor.
La mujer de la película tiene que elegir entre lo que conoce y lo que puede llegar a conocer. Se confunde, tiene miedo. Se asusta. Pero en algún momento tiene que decidir. Y el momento de la decisión es crucial. Se juega la vida. Es su último minuto y se juega por la promesa del futuro.
Todos nos merecemos un futuro mejor por bueno que sea el presente. Porque hay que tener por lo menos una esperanza en esta vida.
No podemos cambiar nada del pasado. Todo eso nos trajo hasta acá, Miguel. Incluido vos.
Y claro, a la mujer de la película le hubiese gustado vivir todas las vidas posibles: las pasadas, las presentes, las futuras.
Para la gente como nosotros, amigo querido, que sólo hemos vivido a fuerza de pasado y presente, la promesa de futuro es tan nueva que da miedo. Y da miedo por todo. Porque cada vez que elegís, perdés algo. Y nadie quiere perder nada.
Lo único que puedo decirte es que no quiero esperar al último minuto para decidir. El presente es lo que es. No va a cambiar. La promesa del futuro puede salir de cualquier manera. Es hora de apostar fuerte. Yo quiero mi final feliz. Siempre lo quise. Final feliz con combo completo. Por todo lo que pasó. Por todo lo que pasa. Es hora de apostar y no importa como salga. Lo que importa, esta vez, es que después de creer que seríamos punkies toda la vida, el futuro se asoma ahí, diciendo "estoy acá, no me pierdas."
Trataré de perder la menor cantidad de cosas posibles. Al menos, eso espero. Y vos sabés a qué clases de cosas me refiero.
Esperar y esperanza deben estar relacionadas. Como confiar, fiar y confianza, no?
¿Vos qué harías en mi lugar? ¿Dejarías pasar la oportunidad?
Creo que no. Vos harías lo que voy a hacer yo. Cerrar los ojos y jugar la última ficha. Y esperar que todo salga bien o lo mejor posible. Y si hay suerte, si hay mucha suerte -porque sólo es cuestión de suerte; la voluntad ya está puesta al servicio- seremos felices. Tan felices como nunca antes.
Y la vida va a ser buena.
Y hay que aprovecharla mientras dura. Por lo que dure, no te parece?
Estos días necesitaría un amigo como vos, pero en este mundo, Miguel.
Y sí, te extraño. Qué le vamos a hacer.
Ando escribiendo poco. Por ahora, o vivo o escribo. Estoy viviendo.
Estoy viviendo.
Por fin.